Cada vez que Ana Victoria Vásquez escucha la palabra covid siente una tristeza enorme porque la hace recordar los dolorosos momentos que ella y su familia pasaron debido a esa enfermedad.
El año pasado su esposo, Juan Luis Núñez, de 57 años, murió debido al virus y ella también estuvo muy malita, tanto que los médicos le dijeron a sus hijos que se prepararan para lo peor porque no creían que pudiera superar la enfermedad.
La pesadilla de la familia ramonense inició los primeros días de mayo cuando Juan Luis empezó con síntomas de resfriado, pero no les dio importancia.
Sus hijos le decían que podía estar contagiado de coronavirus, pero él se negaba, no creía mucho en la pandemia.
Con el pasar de los días su salud fue empeorando y los demás miembros de la familia fueron contagiándose. Dos nieticos de Juan Luis, de dos y diez años, se contagiaron y las mamás de ellos estuvieron muy afectadas, al punto que tuvieron que guardar cama.
Ya para el 10 de mayo Juan Luis no se pudo levantar de la cama, tenía mucha tos, vómito y le faltaba el aire, por lo que en contra de su voluntad los hijos llamaron una ambulancia y se lo llevaron para el hospital de San Ramón, ahí le hicieron unos exámenes y después lo mandaron al hospital México donde estuvo internado 14 días.
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Médicos tenían esperanza
El día que lo internaron la esposa empezó con síntomas de covid, tenía fiebre y tos, todos se preocuparon mucho porque doña Ana es asmática e hipertensa.
“A mí me internaron una semana después que a mi esposo, estuve nueve días en el hospital de San Ramón y luego me pasaron al Ceaco. Mis hijas conversaban con el papá por el celular y él decía que estaba bien, los médicos tenían esperanzas de que él se recuperara, pero el domingo 23 de mayo tuvieron que intubarlo y el lunes 24 murió.
“Mi familia tomó la decisión de no decirme nada para que yo me concentrara en mi salud, estaba muy mal, mis pulmones no generaban oxígeno, llegaron a conectarme a una máquina que me daba el cien por ciento de la oxigenación, yo sentía que me ahogaba. Mis hijos tuvieron que cargar con la muerte del papá solos y no pudieron ni siquiera verlo para despedirlo, lo llevaron rápido al cementerio y ya, eso fue todo, fue muy triste porque uno está acostumbrado a un proceso diferente”, contó la sobreviviente.
Aunque Juan Luis no tenía factores de riesgo perdió la batalla contra el coronavirus y eso le dio una gran lección a toda su familia.
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Cuando los cuatro hijos de la pareja estaban apenas viviendo el luto de haber perdido al papá, el dolor aumentó, ya que los llamaron del Ceaco para decirles que su mamá estaba muy mal y que lo más probable era que no superara la enfermedad.
“Nunca estuve intubada, pero sí estaba muy mal, recuerdo un día que se me acercó una doctora y me dijo que porque no trataba de respirar por la nariz y botar el aire por la boca y le dije que tenía la nariz trancada y ella me hizo unos lavados, me sacaron unos coágulos de sangre como seca; esos lavados me los hicieron cuatros veces hasta que fui mejorando y logré superar el virus.
El domingo 6 de junio, Ana Victoria cumplió 56 años internada en el hospital, los trabajadores del Ceaco le llevaron globos, un queque y le cantaron. Fue un cumpleaños diferente, pero con un nuevo sentido de gratitud por la vida.
“Un día antes de salir del hospital (15 de junio), mi familia me contó la verdad sobre mi esposo, de alguna manera yo lo sospechaba porque cada vez que preguntaba por él me decían que ‘me preocupara por mí, que todo lo demás estaba bien’”, contó.
La mujer dice que para ella fue muy duro ver el sufrimiento que habían llevado sus hijos en silencio.
“Mis hijos sufrían porque después de enterrar el papá los médicos les decían que yo también iba a morir, sentían una angustia tan tremenda que no quiero ni recordar el ver cómo lloraban cuando me contaron todo lo que habían pasado, de verdad que el covid es muy ingrato”, expresó doña Ana.
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Nuevo comienzo
Cuando la valiente regresó a su casa tuvo que aprender a caminar de nuevo y poco a poco pudo hacer sus cosas porque estuvo tanto tiempo en cama que hasta caminar unos cuantos pasos la ponía mal y la dejaba agotada.
“Aún hoy me siento con muchas secuelas, a veces estoy lavando los platos y tengo que sentarme porque me canso tanto que me quiero descomponer. En mi familia quedamos con mucho miedo al covid porque sabemos el daño que puede hacer”.
Ella tampoco estaba vacunada cuando se contagió del virus porque no habían vacunado a los de su edad, quizá por eso el virus le pegó tan fuerte.
“Mi vida es un milagro, todos los días le agradezco a Dios que me permitiera regresar a mi casa para compartir un tiempo más con mi familia.
“Le pido a la gente que se cuide y se vacune, a algunas personas el covid les da como una simple gripe, ¡qué dichosos! a otros nos hace estar al borde de la muerte y a los menos afortunados los mata, esta pandemia no es jugando”.
Ana Victoria participó de la iniciativa Healing Trees, de la Fundación San Ramón Carbono Neutral, en Costa Rica, que busca que se planten seis millones de árboles en todo el mundo, en honor a los muertos que ha provocado el coronavirus hasta ahora.
Ella fue a Esparza de Puntarenas y sembró en una finca grande un cenízaro en honor a Juan Luis. Mas adelante a cada árbol le pondrán una plaquita con el nombre de la víctima que representa.