Juan Carlos Gutiérrez es un empresario limonense, de 42 años, que la pasó muy mal a finales del 2021 y principios del 2022 porque el covid-19 casi lo mata.
Es por eso que él no está de acuerdo con la directriz de eliminar la obligatoriedad del uso de la mascarilla, así como tampoco le parece acertado que la vacuna no sea obligatoria.
“Fue muy difícil, pero la mayor parte la vivieron mi esposa y mis hijos. Hubo mes y medio que yo no sé nada porque estuve en coma y recuerdo puras pesadillas y cosas horribles que tuve ahí dentro y el delirio post covid que le da a uno por todo lo que pasé.
“Tuve dos paros cardiácos y estuve prácticamente muerto por 25 minutos, que para los doctores era algo imposible y no tengo secuelas”, contó el padre de cuatro hijos.
El esfuerzo que hizo el personal de salud por sacarlo de ese paro fue tal que terminó con tres costillas quebradas.
La noche del 20 de enero de este año --cuando ocurrió ese rudo episodio-- fue interminable para la familia Gutiérrez Chavarría, pues a las 8:43 p. m. recibieron una llamada explicándoles lo que ocurría y preparándolos para lo peor, pues los pronósticos eran que no sobreviviría.
“Esta experiencia permitió a mi familia, esposa, hijos y hasta a mis hermanos, dar un giro de 180 grados, volcándose en ayuno y oración clamando a Dios por mi salud y para su gloria, aquí estoy vivo”, compartió Juanca.
El sobreviviente dice que primero empezó con un simple hipo, pero con el paso de los días se fue complicando.
“Se me fue cerrando el diafragma, me tuvieron que intubar porque ya no respiraba, pero no me dio fiebre, ni tos. Tuvieron que hacerme una traqueotomía y los doctores le decían a mi familia que pocos han salido de casos como el mío”, contó el caribeño de nacimiento.
Duros momentos
El vecino de Alajuela se contagió a finales del año pasado y el 24 de diciembre, luego de abrir los regalos junto a sus hijos Meryelin, de 20 años; Breithon, de 14 y Deichan, de 10 y su esposa Diyli Yessenia Chavarría, lo internaron en el hospital San Rafael de Alajuela.
Ahí permaneció cuatro días hasta que lo trasladaron al hospital México porque su condición iba empeorando.
El 31 de diciembre lo intubaron, pero antes de eso llamaron a la familia para que se despidiera de él, por aquello de que fuera la última vez que se hablaran.
Pasó esas fechas festivas y su cumpleaños, el 11 de enero del 2022, internado en cuidados intensivos y en coma, hasta que le dieron la salida el 25 de febrero.
“También fui uno de los pocos que tuve la oportunidad de salir vivo de todo lo que pasó ahí, sin ninguna secuela y hoy por hoy hace dos meses que me dieron la salida y yo ya manejo, camino, hablo.
“Andaba en silla de ruedas, no hablaba y no movía ni los brazos ni los dedos, me dijeron que me tomaría meses recuperarme y a los 22 días ya estaba en pie”, explicó el guerrero.
Su rostro y pecho quedaron llenos de huecos y cicatrices por las úlceras que se le hicieron por los tubos que le pusieron.
Tuvo una falla renal y para colmos los calmantes no le hacían efecto, por lo que le tocó ser intubado así de todos modos.
Perdió 24 kilos de masa muscular en los dos meses que estuvo hospitalizado, pues entró pesando 80 kilos y salió de 56. Ya recuperó diez de ellos.
Para ello ha recibido terapias de rehabilitación en el Cenare y en algunas clínicas privadas, pero, sin duda, mucho tuvo que ver la vida saludable que llevaba antes de enfrentarse al virus, pues practicaba crossfit de lunes a viernes y cleteaba los fines de semana.
“Yo era una persona muy sana, sin vicios, solo me tomaba algo esporádicamente y aun así me afectó muy fuerte, pero no estaba vacunado, porque no creía en ellas (las vacunas). Pero serví de testimonio en el gimnasio al que asistía, porque la mayoría no estaban vacunados y al ver mi caso, que siendo una persona tan esforzada y me estaba dando tan fuerte, que todos corrieron a ponérsela, hasta el instructor”, recordó Gutiérrez.
Actualmente cuenta con dos dosis y la tercera le toca en agosto, ahora sí cree en ellas, porque vio cómo los que estaban vacunados, les fue mejor con el virus.
“Me arrepiento de no habérmelas puesto antes”, sentenció.
Lucha familiar
Aunque Juan Carlos fue el que estuvo más delicado, en casa les dio a todos y su esposa Diyli estuvo diez días hospitalizada, desde el 28 de diciembre del 2021 y hasta el 7 de enero; su hija Meryelin, de 20 años, aunque estuvo mal por la falta de aire, no se quiso hospitalizar para no dejar a sus hermanitos solos, porque sino el PANI hubiese tenido que intervenir.
La joven, quien estudia medicina, también fue la que estuvo yendo a visitar a su padre al centro médico, junto a sus tíos Alex y Grettel, pues a su madre no la dejaban entrar.
“Para ellas era terrible, no dormían, no comían, lloraban, oraban esperando noticias. La doctora que me vio en UCI en enero les dijo que ya no había nada más que hacer por mí, porque yo no reaccionaba, pero cuando rotaron a la doctora y en febrero llegó otra, les dio mayores esperanzas, porque les dijo que si creían en Dios, oraran, porque ella iba a luchar por mí y en siete días ya había salido de UCI a cuidados intermedios”, recordó el testimonio viviente.
Ahora que los casos volvieron a subir, teme que algún otro familiar tenga que pasar por esto y por eso le pide a todos que se cuiden porque el covid no es jugando.