A los 51 años es normal que la mayoría esté pensando en la pensión, pero doña Alice Loaiza Mora, se sale del molde.
Esta empunchada mujer, de 82 años (cumple los 83 este mes), trabajaba, hace 32 años, en una sodita propia porque siempre ha tenido una mano exquisita. Ahí vendía desayunos, almuerzos y repostería.
Los trabajadores del supermercado Consucoop, que no salían de su local --flechados por el sabor--, fueron los que motivaron a la señora a que fuera más allá.
“Oiga, doña Alice, ¿usted por qué no se tira al agua y vende estas sabrosuras en Consucoop?”, le dijeron más de una vez.
Ella pensó que estaban medios locos, pero al mismo tiempo la picó el gusanillo del emprendimiento que, a la fecha, sigue más vivo que nunca.
Varias noches sin dormir después, porque pasó pensando en aquella propuesta, doña Alice se atrevió y les agarró la palabra a los breteadores de Consucoop.
“Comencé con muy poquito, eran nada más bizcochos y tamal asado. Eso sí, siempre me mantuve en la soda.
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“Todas las mañanas, antes de ir a trabajar a la soda, pasaba al molino para moler el maíz, pero tiempito después me compré mi propio moledor. Mi mamá (doña Atilia Mora Chinchilla, de Copey de Dota) fue la que me enseñó a cocinar y siempre me dijo que lo que cocinara debía nadar en amor, que ese era el principal ingrediente de la comida”, cuenta doña Alice.
Gran paso
Esta incansable y obediente trabajadora le hizo caso a la mamita y llenó de amor su cuchara y por eso, por ahí de 1992, le pidieron su repostería, por sabrosa, en la Superdespensa.
Meses después se le abrieron las puertas de los supermercados Rayo Azul.
“Lo de Rayo Azul fue bien vacilón, porque cuando llegué a las oficinas centrales a meter los papeles a ver si me aceptaban, entré justo cuando era la hora del café y ahí mismo los encargados tomaron café con las muestras que llevaba y al probarlas de una vez me apuraron los papeles.
“Una semana después se abrieron las puertas de los supermercados Canasta Básica y fue así como no me quedó de otra que cerrar la sodita, porque ya tenía, gracias a Dios, muchos pedidos de mis reposterías”, cuenta con gran alegría la breteadora.
Ella, como siempre fue una pulseadora, también la luchaba en las ferias del agricultor, pero ante tanto pedido de los supermercados, tuvo que dejar de ir. Ya eran casi finales de los noventa y doña Alice alegraba el paladar de miles de ticos.
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Muchas madrugadas y montones de kilos de maíz después, doña Alice se alegra del camino recorrido.
La señora también se acordó de lo que se asustó cuando le abrieron las puertas de los supermercados Masxmenos.
“Comencé en el Masxmenos de Cartago, pero al inicio tenía mucho susto porque creía que se me iban a bajar las ventas en Rayo Azul, Superdespensa y Consucoop, pero días antes del primer día en Masxmenos, los encargados de Rayo Azul nos contaron que la gente de Masxmenos los domingos les compraban mis reposterías, entonces me tranquilicé”, comentó.
Doña Alice se levanta de lunes a viernes a las 4 a. m., se alista y se va a su empresa, y a las 5 a. m. ya está preparando los materiales para hornear tamal asado, bizcocho, besitos y rosquillas de maíz, entre otros productos.
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Cuenta que para ella son bien aburridos los fines de semana, porque no tiene nada qué hacer.
¿Y el retiro?, pues esta empunchada señora ni le pasa por la mente, porque más bien le andan dando vueltas en la mente a nuevas recetas para ampliar la línea de productos que vende en Walmart, Masxmenos, Maxipalí, Palí, minisupers y pulperías de todo el país.
“Me acuerdo cuando comenzamos, junto con mi hijo (Luis Paulino) nos íbamos a repartir el producto en bus y sólo éramos él y yo, ahora hay 13 personas trabajando conmigo. Tengo que ser sincera, los años no tienen misericordia, pero igual me levanto todos los días a abrir la fábrica y recibir uno a uno a los compañeros de trabajo.
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“Estoy convencida que el secreto de mi negocio es el respeto a la tradición del maíz, además, a ser buena paga y ser perseverante, hay que levantarse todos los días con mente positiva y alegría”, reconoce.