Después de 35 años trabajando únicamente en Cuidados Intensivos, el doctor Marco Vinicio Boza Hernández se pensionó este 2021 luego de luchar, como todos los trabajadores de la salud, contra una pandemia que parece interminable y nos desafía todo el tiempo.
“Me pensiono después de que el covid-19 me enseñó una nueva forma de ver la muerte, sobre todo de ver la vida”, reflexiona.
El doctor dice que el covid-19 llenó de muerte su trabajo y por eso él le agarró un mayor gusto a la vida. “La UCI para mí es una escuela donde se aprende lo que realmente vale una vida humana”, explica.
Este martes 28 de diciembre empezamos a publicar una serie de textos con el doctor Boza, quien ya ha colaborado con nosotros en otras notas; él ama escribir sus vivencias y lo hace muy bien.
Ya ustedes lo conocen, pero no está demás presentarlo de nuevo. Nació el 7 de abril de 1959, se crió entre barrio Amón y barrio Luján, en San José. Aprendió a leer y escribir a los cuatro años, estudió en la escuela Buenaventura Corrales (conocida como escuela Metálica) y luego en el colegio Seminario. Se graduó como médico general en la Universidad de Costa Rica.
Es hijo de doña María de los Ángeles Hernández, don Andrés Boza (químico) y hermano de Juan Andrés.
Una vez graduado como médico general, ¿dónde se inició como doctor?
En Limón, en 1985, comencé en emergencias un año y en 1986 entré a trabajar a cuidados intensivos, una unidad muy pequeñita que se tenía en el Hospital Tony Facio y desde ese momento, en mi segundo año como doctor, me enamoré de cuidados intensivos. Fue tanto el amor que seguí trabajando en unidades de cuidados intensivos hasta este 2021: 35 años en total.
¿Qué es una unidad de cuidados intensivos (UCI)?
Es un lugar en donde se comprende la fragilidad de la vida y lo valioso que es cada instante de vida, lo irrepetible de cada segundo vivido. La UCI me hizo apreciar la vida de los míos y la mía. entender que son muy pequeños los eventos que pueden terminar con la vida de una persona.
Después de 35 años puedo decir que la vida es un regalo, un don del que comprendemos muy poco desde el punto de vista científico y que hay que vivirla intensamente, con alegría y gratitud.
¿Cuál es la relación del doctor con los pacientes de cuidados intensivos?
Generalmente (los pacientes) no hablan, tienen muchos aparatos puestos que hablan por ellos; sin embargo, uno como médico se identifica con esos pacientes que entran muy mal, con mucho miedo y sin saber qué les espera; uno (el doctor) tiene la oportunidad de explicarles honesta, directa y sinceramente qué sucede y qué se puede esperar.
A pesar de pronósticos difíciles, uno le hace ver al paciente que está protegido y que todos los que estamos ahí vamos a entregarnos y a dar lo mejor para acompañarlo en el proceso de recuperación.
¿El paciente de UCI escucha cuando le hablan a pesar de estar sedado?
Científicamente no se puede confirmar el alma. Una persona sedada con medicamentos poderosos no puede demostrar que escucha lo que se le dice, lo que la familia le habla; es ahí donde entra la fe, lo humanista, es donde le decimos a la gente: ‘él no va a poder contestarle y usted no se va a dar cuenta si le está entendiendo o escuchando’.
Pero el simple hecho de hablarle, de tocarlo, pasarle la crema favorita, acercarle olores favoritos como un perfume... De alguna manera tiene que llegarle al alma de esa persona ese acto de amor. Aunque la persona esté en coma, siempre invitamos a la familia a que le hable, que lo toque e incluso que le ponga su música favorita.
¿Afecta al personal tanta muerte en UCI por culpa del covid-19?
Tiene un impacto muy fuerte, sobre todo en el personal de las unidades de cuidados intensivos críticos y severos, quienes han resentido mucho el hecho de que después de tantísimo trabajo, veinticuatro horas al día, con médicos y enfermeras pegados al paciente, luchando, el 50% de los pacientes fallece.
A pesar del esfuerzo impresionante, de que hay enfermeras que han abandonado sus hogares y se han ido a vivir a apartamentos con otras enfermeras para evitar llevar el covid-19 a sus familiares, a pesar de que hay enfermeros que se bañan en las cocheras o las jardineras de sus casas para no entrar con la ropa contaminada y contagiar a la familia y que hay médicos que viven en el hospital. Claro que marca la muerte.
¿Usted se desesperó, lloró, por la pandemia?
Claro. Le agrego impotencia. Hacer, dar todo, entregarse al máximo... Llegamos a números de que el 75% de pacientes en UCI morían. Cuando el que entró a UCI fue un compañero de trabajo, como nos pasó con el doctor Jaime Solís, médico intensivista del hospital San Juan de Dios y así otros… El covid-19 nos puso en la cama, y falleciendo, a familiares, amigos, colegas, compañeros.
El covid-19 cambió el sentido de la muerte y más que eso, cambió el sentido de la vida, el respeto a la vida y a darle importancia a lo valioso de la vida y dejar de perder tiempo en estupideces.