Se avanza. A paso muy lento y sin dinero, pero se avanza en la intención del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (Icoder) por lograr que el lago de La Sabana vuelva a sus días gloriosos en que no se secaba nunca durante el año.
Nos explica Vivian Ortega Chacón, de la Unidad de Planificación del Icoder, que desde el año pasado cuando se fortaleció el contacto con el arquitecto Francisco Chavarría, quien fue el que construyó el lago en los años setentas, no se ha dejado de trabajar.
“Sí, estamos trabajando positivamente de la mano con el Icoder hace varios meses y algunos profesionales y técnicos, hemos identificado los pasos a seguir para un estudio que se debe hacer y así reconstruir el lago y habilitarlo mínimo por cincuenta años más.
“Ya con el estudio se podrá comprender bien qué se debe hacer y cómo hacerlo. En estos momentos se necesita el dinero para ese estudio. Esperamos que en menos de tres meses ya podamos meterle mano definitivamente al lago”, explica el arquitecto.
Desde hace varias semanas el lago está completamente seco, tal y como sucede para los meses de febrero, marzo y abril, desde el 2015.
“Debemos analizar muy bien qué hacer. Lo ideal es colocar en el piso del lago un material impermeabilizante para evitar que el agua se filtre, sin embargo, eso es demasiado caro, estamos analizando otras posibilidades con técnicas más baratas.
“El estudio también nos dirá si rescatando el funcionamiento de un pozo de agua que hay al lado del lago, el cual sirve para abastecer en la época seca, se puede evitar que el lago se seque porque al ser un lago artificial no le llega agua por ningún lado y como las temperaturas mundiales han subido, la evaporación es más fuerte que otros años”, explica doña Viviana.
Todo lo que se venga de ahora en adelante para el lago ocupa plata y son más de mil millones de colones. Para entender la realidad del suelo, se deben hacer pruebas y para eso hay que pagarle a un hidrólogo.
Con la ayuda de don Francisco se logró tener ya el estudio topográfico de La Sabana completo, pero ese es solo uno de los primeros pasos.
Se debe estudiar muy bien el estado del muro que divide el lago grande del pequeño. Explica doña Viviana que a simple vista parece no estar muy dañada su estructura, pero que si se confirman daños fuertes eso aumenta la cantidad de plata que se necesitaría.
El tratamiento del barro, analizar los sedimentos del fondo del lago, los cuales tienen que ser analizados para comprender, según el Icoder, si se deben quitar por completo o se pueden dejar, si hay que quitarlos, pues eso aumenta los costos.
Necesitan, además, tener muy claro cuáles son los focos de contaminación en los alrededores del lago para garantizar, según exige el Ministerio de Salud, que esa agua se use para recreación. Eso no significa que la gente va a poder meterse al lago, sino que el agua no representa ningún peligro para la salud.
El año pasado doña Alba Quesada, la actual directora del Icoder, nos había confirmado que la institución para el tema del lago no tiene presupuesto.
“En estos momentos no hay ni un cinco para meterle al lago. Si había algunas ilusiones de lograr una solución a corto plazo, la llegada de la pandemia las puso en una larguísima pausa porque frenó en seco los presupuestos y dejó al Icoder como decían nuestros abuelos: “a coyol quebrado, coyol comido”, nos dijo en abril del 2021 y casi un año después, todo sigue igual.