Este sábado por la noche, las puertas del icónico bar y restaurante Chelles se cerraron, dejando en silencio una de las esquinas más emblemáticas del centro de San José.
Este negocio capitalino, que se ubicaba en la avenida central y calle 9, abrió sus puertas en 1909 y por décadas fue el punto de encuentro de decenas de personas que buscaban pasarla bien a cualquier hora del día, pues se caracterizó por atender a su clientela las 24 horas.
Desde el mes de diciembre se rumoraba sobre el cierre del local, pero en ese momento sus dueños no se pronunciaron al respecto. En el negocio trabajaban 11 personas.
El cierre de Chelles se suma al de otros negocios josefinos como el bar Limón, que se localizaba en barrio Amón, el cual le puso candado a sus instalaciones en julio del 2018.
También esta noticia evoca los recuerdos de los sándwiches que se servían en La Eureka, la cafetería que abrió Jaime Esquivel en 1912 y que cerró en la década de los noventa.
Este domingo La Teja intentó conversar con Eida Torres, una de las administradoras del bar. Al responder nuestra llamada lo único que dijo fue que no daría declaraciones.
Sin embargo, conversó con La Nación y reconoció que el negocio venía para atrás desde hace tiempo, que la gente prefería buscar otros sitios más seguros en el centro de Chepe y adicional a la baja en las ventas, el alquiler (¢5 millones) y otros gastos de operación eran muy altos.
“Ayudó mucho que la Policía Municipal andaba bajando placas por parquear aquí. Y mentiras que eran los precios; me he comido un casado en un sodita por allá perdida al mismo precio que el nuestro; además hicimos promociones, pusimos vallas y rótulos y no hubo forma. Nada funcionó”, manifestó.
De alto valor histórico
En diciembre del año pasado, el arquitecto Andrés Fernández destacó el valor arquitectónico del edificio donde se ubicó el bar y restaurante.
“Es una de las últimas construcciones criollas josefinas: entrada por la esquina, entrada lateral, balcón en el segundo piso dando a la esquina, arquitectura de herencia colonial que nos recuerdan a las casas de adobe y bahareque, construcción de madera con marquetería y ventanas de influencia neoclásica”, explicó el arquitecto.
Aunque el inmueble no se ha declarado Patrimonio Histórico Arquitectónico, es indudable que el edificio es una joya en medio de la capital.
Entre sándwiches y amistades
Se dice que el sitio lo abrió un francés, llamado míster Chase, pero al pronunciar su apellido, la gente lo cambió hasta que le dijeron Chelles y así nació el nombre del inmueble.
Chelles era sinónimo de buena música, sus típicos sándwiches y sillas rojas. Mario Zaldívar, quien incluyó a Chelles en el libro “300 cantinas antiguas de Costa Rica” se mostró dolido por la noticia.
"Es una lástima que se cierre, tiene que ver con el cambio de generaciones (don Mario tiene 65 años). Mi generación era de ir a bailar a salones y cuando terminábamos el bailongo íbamos a Chelles por un café con un sándwich a las 2 o 3 de la mañana.
“Terminar la fiesta en Chelles era una costumbre de nuestra generación en los años setentas y ochentas. En general, en América Latina esos lugares van cerrando. Mis hijos son veinteañeros y no acostumbran a cerrar la noche en un lugar como Chelles”, indicó.
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William Mora, presidente del Círculo de Periodistas y Locutores Deportivos de Costa Rica, recordó con cariño lo que considera fue un lugar de obligada asistencia.
“Compartí muchos momentos con amigos en Chelles, era el centro de reunión y disfrutábamos de las deliciosas bocas. Jamás olvidaré que Lorenzo “Lencho” Salazar hizo una canción y en una de sus estrofas decía “donde Chelles los borrachos se engalanan”", comentó.
Por otro lado, Carlos Murillo, quien trabajó para emisoras como Radio Reloj y Actual 107.1 FM, comentó que Chelles fue un lugar icónico dentro de los bares de San José.
"Le deja a uno un gran recuerdo, no solamente porque fue un lugar de encuentros amorosos, negocios, de reuniones sociales, de punto de referencia. Es muy triste saber sobre su cierre.
"Ahí quedaron muchos recuerdos de nuestra historia, lo visité en muchas ocasiones y disfruté desde reuniones para disfrutar como para amarrar un contrato. Es una lástima, queda un vacío”.