Josseline Ruiz sintió una alegría enorme cuando supo que al fin sería mamá; sin embargo, a los cuatro meses de embarazo recibió una noticia que le entristeció: su bebé no se estaba formando bien y no tenía posibilidades de sobrevivir.
Frente a esto, ella decidió dar lo mejor de si para que su hijo fuera feliz aunque viviera muy poco.
El bebito nada más estuvo con vida una hora, un tiempo durante el cual Josseline lo abrazó mientras experimentaba un amor intenso y una gran paz que le han dado fuerza para seguir adelante.
Josseline nos cuenta cómo se dio la experiencia.
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“En febrero mi esposo, Kendall Padilla, y yo nos dimos cuenta de que esperábamos un bebé y la noticia nos hizo muy felices a nosotros y a toda mi familia porque desde hace 18 años no había un bebé en casa”.
Cuenta que todo iba sobre ruedas. “A las nueve semanas me hicieron la primera ecografía y el bebé se veía bien. A las 16 semanas me hicieron otra ecografía, la doctora empezó a revisar los piecitos, luego nos dio la noticia de que esperábamos un varoncito y cuando aún no salíamos de la emoción se nos vino encima el balde de agua fría: nos dijo que no se le estaba formando el cráneo”, recordó.
Josseline se sintió aterrada y empezó a hacer preguntas, le consultó a la doctora qué se podía hacer para corregir la malformación, pero ella le dijo que era algo intratable pero aun así la remitió donde un perinatólogo (médico especializado en atender fetos), quien le confirmó que no había nada que hacer.
“El doctor nos explicó que el bebé tenía una enfermedad que se llama anencefalia, hace que nazca sin partes del cráneo y el encéfalo. Hay niños que mueren antes de nacer, otros mueren horas después y algunos logran sobrevivir unos días”, contó.
Siempre lo amó
Pese a la noticia, Josseline amaba más a su pequeñito conforme avanzaba el embarazo y lo sentía crecer y moverse. Trataba de tener paz para que él también la tuviera y mantenía los pies en la tierra. Sabía que lo que iba a pasar.
“Estuve buscando en internet información sobre lo que tenía mi chiquito y terminé de convencerme de que no había esperanza de que lo superara. Mi esposo pasó un tiempo muy mal, no entendía por qué estábamos pasando por algo tan duro, dejó de tocarme la pancita y todo... Ya luego lo fue aceptando.
Los médicos le decían a la pareja que, por su condición, el bebé no podía escuchar, pero su mamá lo ponía en duda.
“No sé hasta qué punto era verdad porque cuando yo le hablaba y le cantaba él se movía, también cuando mi esposo y mi mamá le hablaban”, recuerda Josseline.
La pareja prefirió no comprarle nada al chiquito para que más adelante la despedida no fuera más dura; eso sí, algunas personas les llevaron ropita.
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A finales de setiembre a Josseline la internaron en el hospital San Rafael de Alajuela para inducirle el parto. El 28 de setiembre llegó la hora y de forma natural dio a luz a Jayden.
“Un bebé normal ayuda a la hora de nacer, pero él no por el problema que tenía, sufrió mucho a la hora del parto. Cuando nació me lo pusieron en el pecho y tenía los ojos abiertos”, recuerda.
“Nos pusieron en un cuarto aparte por tratarse de una situación especial, lo abracé, él no lloraba ni movía el cuerpo, solo los ojitos. Durante la hora que vivió yo me llené de paz, sentí un amor que nunca en la vida había experimentado. Supe que yo había dado lo mejor de mí y que aunque mi bebé iba a vivir poco, era un bebé amado”.
Despedida con globos
El 29 de setiembre la pareja salió del hospital con el cuerpito del bebé y ese mismo día lo sepultaron en el cementerio Las Rosas, en Alajuela.
“Yo había tratado de prepararme para ese momento, pero aun así fue muy duro. Al cementerio solo pudieron entrar diez personas por la situación de la pandemia, algunos familiares que llegaron nos acompañaron desde afuera.
“Lanzamos globos para despedir a Jayden, a nuestro ángel, que aunque estuvo poco tiempo con nosotros lo vamos a amar siempre”, aseguró Josseline.
Hoy cuenta que se ha aferrado a Dios para llevar su duelo, ya que solo Él le puede dar la fuerza para seguir adelante.
“Les digo a las personas que están pasando por algo así que aunque uno sienta que no puede soportar el dolor, sí es posible porque Dios no lo abandona a uno, sé que en el futuro mi esposo y yo entenderemos por qué tuvimos que vivir algo tan fuerte”.