Como si se tratara de un oasis en medio del desierto, bueno, en este caso en medio de la montaña, así es una pulpería que se encuentra en el ascenso rumbo al cerro Chirripó.
Y literalmente podemos decir que está en medio de la nada, ya que se ubica a más de siete kilómetros de donde inicia el sendero que nos lleva hasta el pico más alto del país y aún restan otros siete kilómetros más para llegar al albergue de base Crestones, la primera gran parada de los aventureros que buscan llegar al “techo” de Costa Rica.
Pero no vaya a creer que, por estar en un lugar tan alejado, venden unas poquillas cosas. No, al contrario, le ofrecen desde bebidas hidratantes, gaseosas, dulces, papitas, galletas y hasta medicinas. Claro, su gran atractivo es que ahí se puede tomar un café, una aguadulce o un chocolatico o hasta comerse una deliciosa tortilla de queso. A esas alturas de la travesía, es todo un manjar.
En su camino en procura de la conquista al Chirripó, La Teja no podía dejar de visitar ese lugar pues es un punto de referencia en el camino, al ver ese edificio verde se siente un alivio por saber que ya falta la mitad, pero a la vez se va tomando consciencia que las partes más bravas (la Cuesta del Agua y Los Arrepentidos) ya están cerquita.
Después de ir al servicio, porque ya llevábamos cuatro horas dándole a la caminada, nos encontramos a Paulo Alvarado, de 36 años, quien es uno de los dos encargados de ese sitio. Lo primero que nos contó fue sobre sus roles de trabajo y su rutina diaria que son muy particulares.
“Nosotros trabajamos cinco días y al sexto bajamos, luego tenemos cinco días libres y al sexto volvemos a entrar”, detalló antes de darnos su agenda de brete.
“Yo abro a las cinco de la mañana, entonces como a las cuatro y treinta me levanto y me pongo a calentar todo, preparo el café y todo lo demás, aunque mucho lo alisto desde la noche antes”, mencionó.
La pulpería permanece abierta hasta las dos de la tarde, pero asegura que el rato más movido es en las mañanas, pues prácticamente desde que abre empieza a recibir clientes, tanto los que van ascendiendo como los que ya vienen para abajo, a eso de las diez de la mañana empieza a bajar la actividad.
“Después tengo que hacer caja y me pongo a preparar el almuerzo porque cuesta mucho comer cuando todo mundo está acá. En las tardes salgo a correr todos los días unos dos kilómetros y acá, en la segunda planta, me hice como un gimnasio improvisado donde entreno unas dos horas. Luego hago algunas cosas a las que me dedico, preparo cosas para los trabajos que hago en mis días libres y ya después duermo”, cuenta, dejándonos claro que las horas se le van volando, no se hacen eternas como uno pensaría. El hombre no sufre de aburrimiento.
También nos contó que en la pulpe tienen full Internet, con lo que se puede mantener comunicado, divertirse y hasta cumplir con obligaciones como pagar los recibos de servicios públicos. Además, aseguró que es graduado como profesor de Inglés, pero no lo ejerce y en sus días libres aprovecha para hacer trabajos como barbero y estilista y otros proyectos que tiene.
Con el clima no tiene bronca, dice que ahí la temperatura está en todas, a diferencia de base Crestones, donde sí es más frío y reconoce que a veces deja de lado su puesto de pulpero para ser motivador.
“Casi con todos hay que ser motivador (risas). Hay personas que cuando pasan por acá llevan seis o siete horas, pero a muchos no se les puede decir la verdad (que falta lo más rudo) porque puede tener un efecto negativo en ellos. A otros, que usted nota que van lentos por descuido o porque no le quieren poner, entonces sí se les dice la verdad para que sepan que si no le ponen van a llegar muy tarde”, mencionó.
No podíamos dejar de preguntarle por un tema muy comentado que rodea al Chirripó: los fantasmas.
“Si usted es miedoso, no se puede quedar acá. Uno escucha muchas cosas de eso. Una vez me pasó que, sin haber corriente, se prendió la luz del baño varias veces, sí había instalación, pero no corriente y se prendió varias veces. No me asusté, pero estoy acostumbrado porque he vivido solo toda la vida y desde joven he trabajado y me he perdido en la montaña”, narró.
Finalmente, nos contó que dura cerca de hora y media subiendo hasta su lugar de trabajo (hágale números, nosotros llevábamos cuatro horas) y aprovechó para mandar un consejo para finalizar.
“Yo no subo corriendo, voy caminando rápido que es la forma más eficaz y de que a uno le rinda la energía al caminar. Porque a no ser que usted tenga muy buena condición, acá no vale la pena correr, porque corre un poco y luego se cansa, es mejor mantener un ritmo constante de caminata rápida en vez de correr por ratos y agotarse”, mencionó.
Nosotros nos despedimos porque ya nos estábamos enfriando y eso no es nada bueno cuando se camina y menos sabiendo que nos esperaban varios kilómetros más y unas cuestas más rudas.