Este 15 de setiembre se cumplen 29 años de la muerte de Fernando Centeno Güell, considerado el padre de la educación especial de Costa Rica y hasta de la región centroamericana.
Su ahijado, Fernando Quesada Suárez, recuerda con cariño un detalle que lo marcó y fue como los estudiantes de las escuelas de Guadalupe, despidieron -agitando un pañuelo blanco- el paso del féretro un día después.
“No sé cómo se organizaron tan rápido, pero todos los estudiantes de las escuelas de la comunidad se apostaron a la orilla de la calle y agitaron sus pañuelos, dándole el último adiós a mi padrino, cuyo cuerpo fue velado en las instalaciones de la escuela (Fernando Centeno Güell) y trasladado hasta el Cementerio General donde reposa”, recordó Quesada.
Don Fernando estudió en España, donde se graduó en 1936 y permaneció en Europa de 1937 a 1939 trabajando como profesor en el Instituto Municipal de Deficientes de Barcelona y luego estudiando en Francia enseñanza de los niños con deficiencias mentales.
En ese tiempo, debido a un quebranto de salud, conoció a la que fue su esposa, Dolores Suárez, en el hospital de Barcelona, donde ella se encontraba internada por una infección en el hueso de una de sus piernas y ahí empezó su historia de amor.
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A su regreso al país, en 1939, don Fernando se encontró con una dura realidad en la que las personas con alguna limitante intelectual o física eran excluidas por la sociedad y abandonados a su suerte.
“Las personas con problemas de visión, autistas, Síndrome de Down se creía que no tenía sentido perder el tiempo con ellos porque no creían que pudieran llegar a insertarse en la sociedad, lo cual llegó a cambiar mi tío (político) con su esfuerzo”, recordó Quesada quien lleva el mismo nombre en su honor.
Inclusión
Centeno Güell decidió abocarse a su obra y dedicó su vida a trabajar por el bienestar y la inclusión de todas las personas que eran socialmente excluidas por su condición.
Primero trabajó de forma privada dando lecciones a los hijos de las familias adineradas, a la vez que atendía en un garaje a las personas que no tenían recursos para pagar.
“Se esforzó y trabajó durísimo para crear una escuela de educación especial, lo cual logró en julio de 1940, con el apoyo de la administración Calderón Guardia y compraron la casita en Guadalupe donde iniciaron y que hoy en día está lamentablemente abandonada”, recordó su ahijado.
Pero también se encontró con otro obstáculo y era que no solo hacían falta escuelas, sino también maestras preparadas en educación especial para que atendieran a los niños, por lo que también dedicó tiempo a compartir sus conocimientos con aquellas personas a quienes veía con la vocación necesaria para formar a los niños con necesidades especiales.
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Don Fernando no solo los enseñaba a comunicarse o leer y escribir, sino que convirtió parte del terreno de atrás de la casa y montó unos talleres para que las personas no videntes aprendieran oficios que les permitieran insertarse en la sociedad, arreglando cocinas o haciendo huertos.
Con el tiempo, fundó por petición del gobierno de Nicaragua y de otros países de Centroamérica, las primeras escuelas de enseñanza especial que operaron en la región.
¿Cómo fue?
Además de un apasionado por la educación y los niños, don Fernando fue una persona muy inteligente, humilde y sin deseos de figurar. Escritor y poeta. Dedicado esposo y padre de dos hijas: Emily quien permanece con vida a sus 90 años y Beatriz Eugenia (q.d.D.g).
“Él fue como un segundo padre para mí, era un hombre con un gran corazón, un carisma y un amor increíble. Siempre andaba bien vestido con traje entero, y no le importaba abrazar a un muchacho con síndrome de Down y que lo babeara, él se reía y los amaba como no tiene idea”, narró su sobrino político.
Quesada agregó que siempre andaba con una sonrisa en el rostro, le gustaba caminar por el bosque y tenía la capacidad de deslumbrar a los niños con la magia del poema y el juego.
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“Siempre le ponía apodos cariñosos a las personas que él quería. Era una persona estructurada, brillante, académico de la lengua. Tenía una frase que lo caracterizaba que era ‘un maestro cuya propia mecha no está encendida, no puede darle luz a otros’”, recordó don Fernando.
Ante este panorama, sus familiares como los historiadores guadalupanos Raúl Arias y Francisco Enríquez promueven junto con los diputados Vanessa Castro, Carolina Delgado y Andrea Alvarez que se rescate el proyecto para declararlo benemérito de la Patria, por su valioso aporte.
Otros aportes
Don Fernando contibuyó a la creación del Hospital Psiquiátrico junto a don Abel Pacheco y cambiando la atención mediante talleres de rehabilitación en vez de los famosos “maquinazos”.
Y junto a Arnoldo Herrera fundó el Conservatorio Castella
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