La Sábana Santa que se venera en Turín. Italia, es uno de los tesoros más grandes del mundo católico, que la ve como el lienzo que cubrió el cuerpo de Cristo en el sepulcro después de que fuera bajado de la cruz.
Pero hay otra sábana de la que muchos no saben y que se encuentra en la provincia de Santiago del Estero, Argentina. Se dice que su origen solo puede explicarse por obra de un milagro.
Cuenta con una longitud de más de cuatro metros de largo por uno de ancho y conserva una inscripción en latín que hace referencia a su origen. Se le conserva en el Convento de Santo Domingo de Santiago del Estero y fue declarada como bien de interés histórico nacional.
La reliquia, también conocida como “Sábana Santa”, lleva la imagen de una figura atribuida a Jesucristo yacente.
La pieza se compone de dos telas de lino de más de cuatro metros de largo por uno de ancho. El lienzo se ha convertido en objeto de veneración para la feligresía católica del país.
Fabio Grementieri, especialista en patrimonio e integrante de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos del Ministerio de Cultura (de Argentina), señala respecto a sus características: “El sudario muestra a un hombre acostado (Jesús) en una imagen doble: frontal y dorsal (de frente y espalda), respondiendo a la forma en que se envolvió el cuerpo tras la crucifixión luego de su muerte. Lleva la inscripción en latín: Verum Sacrae Sindonis Exemplar Asservatae Taurini (Verdadero ejemplar de la Sábana Santa resguardada en Turín)”.
Custodiada bajo una vitrina, la pieza textil se exhibe en la iglesia de Santo Domingo, convertida en un sitio de peregrinación.
La reliquia se ubica dentro del convento diseñado por el arquitecto Nicolás Cánepa y construido entre 1876 y 1881.
Teresa Anchorena, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, destaca el valor histórico, artístico y religioso del sudario, considerado una pieza de importancia patrimonial no solo para la provincia (Santiago del Estero) sino de alcance nacional e internacional.
La Comisión destaca que la presencia de esta reliquia en Santiago del Estero daría fe de su condición de ciudad más antigua de la región, de “Madre de Ciudades”, y del proceso de difusión de la religión católica en América, de la presencia de las órdenes de los jesuitas y de los dominicos en la zona y de la conexión entre esta parte del continente y los centros de poder, cultura y religión europeos de la época.
Un origen especial
Fabio Grementieri explica que hay distintas versiones respecto al posible origen de la pieza.
La versión más extraordinaria apunta a que el lienzo es una de las dos “impresiones” surgidas del par que protegió al original atesorado en la catedral de Chambery, en Francia, y restaurado luego de un incendio en 1532 que afectó a la reliquia.
“Así se conservó hasta 1578, cuando la Casa de Saboya llevó el Santo Sudario a su nueva capital, Turín, donde se descubrió que la imagen de Jesucristo había impregnado los dos otros lienzos de protección. Enterado el sumo pontífice (Gregorio XIII) dispuso la donación de uno de los mantos al Rey de Francia, pues allí se había custodiado el sudario durante muchos años.
“El segundo manto le fue concedido a España, la potencia de la época. El rey Felipe II debía enviar la tela al Nuevo Mundo, y así lo hizo a fines del siglo XVI, cuando lo embarcó con destino a una de las ciudades más antiguas de su imperio: Santiago del Estero, que se había ganado la reputación de ser líder en la tarea evangelizadora y en el dominio territorial del sur de América”.
Una copia artística
Otra posibilidad sugiere que el lienzo habría llegado a América, permanecido en Santiago del Estero, y, al ser expulsados los jesuitas, custodiado por la beata María Antonia de Paz y Figueroa, regresado a Europa, no sin antes hacerse una copia artística que sería la conservada en la iglesia de los dominicos.
Tampoco se descarta que pudiese tratarse de una de las varias copias de la Sábana Santa que fueron hechas por artistas y que se repartieron por diversas partes del mundo.
Los datos confirman que la pieza fue resguardada por largo tiempo en la iglesia de la Compañía de Jesús en Santiago del Estero hasta la expulsión de los jesuitas en 1767.
En ese momento, la reliquia pasó a manos de la Junta de Temporalidades, “que la puso en custodia de la familia Díaz Gallo hasta que ésta la entregó a la Orden de los Dominicos hacia 1794, quienes la conservan desde entonces”, señala la Comisión.