“Tengo sueños, tengo metas y esperanzas. Es cierto que el covid-19 me tiene durmiendo en el carro y pasando hambre. Es cierto que estoy de rodillas, pero no he perdido la pelea, yo no me rindo, sé que Dios me sacará de esta”.
Así contó don Eduardo Vega Ávila, con lágrimas en los ojos, su ruda realidad, ya que tiene dos meses de vivir dentro de su carro, el cual quedó varado en barrio Vasconia de San José, debido a un fallo en el motor.
Pero él no se rinde y a sus 60 años está lleno de energía y positivismo de que las cosas cambiarán. y que pronto puede volverá a trabajar.
También le duele en el alma que se le haya cumplido aquel amargo refrán que dice: “cuando uno está mal hasta los amigos le dan la espalda”, pues ha quedado solo ante el mundo.
“La pandemia me tiene durmiendo en el carro. En marzo pasado, cuando empezaron los casos de coronavirus yo estaba bien, dormía en un cuartito que pagaba en Tibás y la pulseaba bonito con mi carro entre las paradas de Tracopa y Musoc, transportando a la gente que llega a San José de la zona Sur, así que no puedo decir que me iba mal.
“Pero conforme fue avanzando el covid-19 las calles se empezaron a vaciar, los buses con pasajeros fueron menos y se me complicó todo lo económico. Para terminarla de hacer, en abril pasado se le jodieron unas válvulas del motor del carro y en mayo no me caminó más”, explica don Eduardo.
Vega se quedó botado con su carro en barrio Vasconia, ya que cuando no pudo pagar más el cuarto, a mediados de abril, prefirió irse lo más cerca posible de Tracopa y Musoc, para estar cerca de donde hace la platica apenas pueda arreglar el chuzo.
Como su carro quedó a 25 metros de la bomba Delta en Vasconia, los muchachos del lugar le ayudan regalándole agua para que lave la ropita y se pase un trapito húmedo para mantenerse lo más aseado posible. Además le prestan el baño y de vez en cuando le dan comida.
“No me voy a abandonar, por más difícil que esté la situación, voy a vestirme bonito, lo dice la Biblia, por más duro que sea lo que se vive, hay que poner cara agradable para Dios”, afirmó, por eso, a diario se pone ropita limpia, la cual seca en el techo de su carro y la cajuela le sirve como ropero.
Aunque, él tiene cinco hermanos y ocho hijos, ninguno lo ayuda y no hay puerta que se le abra, aunque no desea juzgar a nadie, porque prefiere pensar que en estos tiempos del covid-19 todos están muy limitados económicamente.
“La familia sabe lo que uno está pasando, si nadie llama es porque no pueden ayudar por los momentos, lo entiendo”.
Sin ayuda
El único ángel que tiene es su mamá, doña Vilma Vega, quien cuando puede le manda algún cinquito, pero ella vive en Pérez Zeledón y le queda muy difícil estar pendiente de su hijo.
“Es la época más dura de mi vida. Ya había pasado momentos difíciles, incluso que el carro se me jodía, pero sin pandemia uno se la podía jugar más y logré salir siempre adelante, pero en estos momentos todo el mundo está complicado y es más difícil encontrar ayuda.
“Es muy duro vivir dentro del carro, los días son muy largos y las noches muy frías. Yo tengo a Dios en mi corazón y eso me libra de pensar tonteras, pero no puedo negar que hay momentos de mucha desesperación porque estoy en una situación muy jodida. Necesito dinero para arreglarle el motor al carro y volver a trabajar, pero no puedo ganarme un cinco porque el carro está malo. Eso es lo más duro durante las noches, la pensadera en cómo voy a salir de esta”, asegura este breteador.
Para colmo, algunos vecinos de Vasconia llamaron a la policía al ver un carro que no conocían parqueado durante varios días en el barrio, lo cual le duele, ya que ninguno se ha acercado a preguntarle nada, mucho menos le ha llevado un plato de comida.
Sin seguro
Como toda la vida don Eduardo ha trabajado en lo propio, no tiene seguro, lo cual lo tiene muy preocupado porque debido a que es hipertenso debería estar tomando enalapril de 20 miligramos, pero sin seguro el asunto se le complica completamente.
“El doctor que me ve me dice que soy una bomba de tiempo sin tomar enalapril, que en cualquier momento me puede dar un relojazo, pero no hay nada más que pueda hacer, no tengo ni seguro, ni plata para comprar las pastillas”, reconoció.
Conversar con don Eduardo nos dejó una tremenda lección de vida, porque a pesar de que tiene todo en contra, él siempre ve el vaso medio lleno y no medio vacío.
“Vivo en mi carro, pero estoy sano, no me ha dado coronavirus y me estoy cuidando mucho porque sé que, si me agarra, por mi hipertensión, el asunto se me pondría muy difícil”, dijo.
Si usted desea echarle una mano a don Eduardo, lo puede llamar al 6358-6639. Él lo que desea es poder trabajar y para conseguirlo necesita arreglar el carro para empezar a pulsearla de nuevo.