Uno de los personajes más distinguidos de la cultura nicoyana recibió un homenaje a pocos días de celebrarse los 200 años de la Anexión del Partido de Nicoya a Costa Rica.
Hablamos de don Wálter Castrillo, un sabanero de 85 años, cuya imagen adornó las fracciones de la lotería nacional del domingo anterior.
Vecino de Nicoya centro, Castrillo es todo un roble. A los 14 años ya estaba muy cerca del ganado y cuatro años después comenzó a trabajar como sabanero, por lo que iba de un lado a otro cuidando el ganado vacuno y así se ganó el arrocito y los frijoles durante muchos años.
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Don Wálter fue declarado el año pasado como hijo predilecto del Bicentenario de la Anexión. El acuerdo fue tomado por el Concejo Municipal de Nicoya, que reconoció en Castrillo su trabajo por promover la cultura del sabanero, una tarea que ya no ejecuta desde hace algunos años, pero que lleva en la sangre.
Castrillo conversó con La Teja desde la comodidad de su casa. Recién se venía bajando de su caballo, luego de hacer el recorrido tradicional, en donde visita distintos lugares de la comunidad nicoyana. Él confesó que más allá de ser un trabajo, el ser sabanero es todo un deporte.
“Cuando no monto a caballo, los días se me hacen largos”, destacó.
Homenaje. Don Wálter ha sido homenajeado por músicos nicoyanos, como Elman Orozco, quien le dedicó canciones como “Él no lo presto” y “El montador de mi tierra”.
Madrugador
Por décadas, la vida de Castrillo iniciaba a las cuatro de la mañana. Luego de alistarse y desayunar, se iba a revisar el ganado y así recorría los diferentes campos guanacastecos.
Hace unos años decidió hacer una pausa, así que ya está pensionado, pero el descanso no le impide seguir madrugando, alistar su montura e irse con su caballo a recorrer las calles nicoyanas.
“Ahora vivo tranquilo, con una de mis hermanas, que se llama Aracelly. Todos los días me levanto temprano, ya es una costumbre y me pongo a barrer el patio de mi casa, a hacer otras cosas mientras amanece. Luego desayuno y no puede faltarme el pinto con tortilla y cuajada, es la primera comida del día y es muy importante.
“Al ratito y me voy a ver a los caballos, tomo uno y me voy para donde mis amigos. Al rato almuerzo y luego me pongo a ver tele, una película y así me paso los días tranquilo”, afirmó.
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Agradecido
A don Wálter lo buscaron hace unas semanas, para que llegara un día, a las nueve de la mañana, al parque Recaredo Briceño. Ese día llegó bien uniformado, con sombrero, camisa de cuadros y montando al Gavilán, su caballo, para posar frente al templo colonial de Nicoya.
“Me siento muy feliz por este reconocimiento, porque deseo que esta labor no se pierda. A veces veo con pesar como casi no hay sabaneros en Nicoya, y yo espero que haya más personas que sigan con esta hermosa tarea por muchos años.
“Esta es una tradición que debe preservarse para que las nuevas generaciones sepan de dónde venimos. Uno siempre agradece que lo tomen en cuenta para este tipo de cosas, pero lo más importante es que no dejemos morir las costumbres que por muchos años nos han marcado como guanacastecos”, precisó Castrillo.