Unos buenos chicharrones era lo que quería comer la doctora Anna Gabriela Ross durante sus últimos meses de vida.
Los que han escuchado ese nombre y lo ligan inmediatamente con la fundación Anna Ross, que lucha contra el cáncer de mama, no están equivocados, pues fue en honor a ella que se creó.
Esta emblemática mujer murió el 16 de setiembre del 2003, a los 51 años, no fue por cáncer de mama, como algunos creerían, sino debido a un cáncer colorrectal que apagó su vida, más no así el recuerdo de quienes conocieron a aquella mujer alegre que siempre estaba dispuesta a ayudar.
La enfermedad que la llevó a la muerte la también la desarrollaron, un año después, sus hermanos Victoria y Stanley; sin embargo, ellos sobrevivieron gracias al diagnóstico temprano.
Fabiola Ross, sobrina de Anna y directora de la fundación que tiene el nombre de su tía, recuerda como si fuera ayer los últimos meses que compartió junto a ella.
“Los doctores le dieron tres meses de vida y fue justo lo que aguantó. La noticia nos tomó a todos por sorpresa, a ella también, pero recuerdo que ella tenía la esperanza de seguir viviendo”, detalló Fabiola, que en aquella época tenía 25 años.
Fabiola explicó que su tía anhelaba dos cosas mientras luchó contra el cáncer, la primera era reunir a toda la familia y la segunda comerse unos buenos chicharrones.
“Durante el tiempo de su enfermedad ella estuvo en la casa de mi mamá, hicimos muchas cosas para estar todos juntos. Un primo se iba a casar para ese tiempo, entonces, hicimos varios tés, íbamos al hospital juntos a sus tratamientos”, comentó.
“A ella se le ocurrían cosillas raras, siempre quería comer chicharrones, era algo que le gustaba mucho y de vez en cuando comía, a veces la gente que la visitaba le llevaba y se quitaba el antojo. Yo pienso que esos momentos son los que más recordamos porque era muy feliz compartiendo con todos, eso lo tratábamos de hacer siempre para que estuviera bien”, detalló.
Fabiola aseguró que su tía era una persona amorosa, especialmente con su familia, a la que quería y protegía incansablemente.
“Ella tiene una hija que se llama María José, pero en realidad a sus sobrinos los quiso como si fueran hijos. Era una mujer muy especial y luchadora, así fue hasta que murió, nunca le negaba una sonrisa a alguien”, mencionó.
Según cuenta, antes de morir, les pidió un último deseo.
“Mi tía vivió en carne propia el cáncer, supo lo difícil que es estar así, por eso nos pidió que hiciéramos algo para ayudar a las personas que estaban sufriendo por estas enfermedades”, dijo.
Nacimiento de la fundación
El 16 de setiembre del 2003, el país lloró la partida de una mujer ejemplar que quería dejar un legado.
Fue así, como una semana después, es decir el 23 de setiembre, amigos y familiares se reunieron para ver de qué forma cumplían con la petición de la doctora.
“Todos pensamos que lo mejor era crear una fundación para ver de qué forma ayudábamos a las personas con cáncer, creo que mi tía nunca imaginó que íbamos a hacer esto, pero bueno, al final lo hicimos y hemos ayudado a muchas personas”.
“Para la semana siguiente (5 octubre) hicimos una caminata (en La Sabana), éramos como cuarenta personas y ahora, 16 años después, recibimos a más de cien mil que apoyan esta causa. Siempre se nos ha asociado solo con cáncer de mama, pero nosotros vemos todos los tipos de cáncer”, añadió.
Actualmente esta fundación ayuda a 13 mil personas por año, además, cuenta con aproximadamente 470 colaboradores, entre médicos, sicólogos, enfermeros, nutricionistas, abogados y profesionales en otras áreas que donan su conocimiento y tiempo.
“Nosotros no cobramos nada, todo es gratuito. Ayudamos con consultas, sillas de ruedas, pelucas, exámenes y si no podemos ayudar con algo buscamos la forma de hacerlo porque sabemos lo complicado que es para muchas familias afrontar el cáncer”, relató.
Esta fundación se mantiene gracias a donaciones, uno de los eventos en los que más recaudan dinero es la carrera que organizan todos los años.
La edición de este año se llevará acabo el domingo 6 de octubre.