No para. Tiene 86 años y no deja de moldear. Tiene 7 hijos y no deja de pintar. Chinea 15 nietos y no esconde su tremendo orgullo por las raíces que ha sostenido desde que nació, desde que su mamá, doña Honocífera Villafuerte Chavarría, la acercó a la mesa y le puso la primera pelota de arcilla rojiza.
Doña Doralisa Grijalba Villafuerte está entera, es alegre, es india de corazón, porque pese a que no es descendiente de los indios Chorotegas, los ha defendido con su vida misma desde siempre.
Cada mañana se levanta orgullosa del saber ancestral que lleva por dentro, el cual transforma en artesanías que mantienen vivos a los Chorotegas, al legado indio de hacerse barro para poderle parir arte puro, arte nuestro, costarricense.
Desde los noventa no está sola, cumplió su misión y sirvió de ejemplo para un ejército de 13 mujeres que, como ella lo hizo desde los sesenta, pelean la guerra del mantener vivas nuestras tradiciones.
Esas 13 son: Melecia Villafuerte Villarreal, Yolanda Villarreal Alcocer, Nury Marchena Grijalba, Irma Gutiérrez Gutiérrez, Falconery Carrillo Villafuerte, Kembly Villafuerte Villarreal, Margot Dinarte Guadamuz, Nancy Villarreal Alcocer, Leydi Villafuerte Villarreal, Kennia Villafuerte Marchena, Elizabeth Chavarria Briceño, Xenia Villafuerte Villarreal y Patricia Campos Brenes.
Ellas continúan el legado de CoopeArte, aquella unión de mujeres guanacastecas que nació en 1967 y que fue liderada de 1967 a 1982 por Hortensia Briceño.
Cuando doña Hortensia se retiró, la cooperativa se cerró, pero a finales de los noventa renació en la Cooperativa de Mujeres de Guaitil de Santa Cruz, CoopeGuaytil.
Esta nueva agrupación de mujeres guanacastecas inició la cooperativa en 1997, y un año después se consolidó su sueño cuando, con ayuda del Instituto de Fomento Cooperativo (INFOCOOP) y de la Comisión Permanente de Cooperativas de Autogestión, pudieron adquirir el local actual, en el cual se ubicaba una antigua cooperativa.
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“El arte en arcilla es una herencia de nuestros antepasados. No soy descendiente de indígenas, soy una guanacasteca pura, por eso el orgullo de mantener tradiciones de nuestros antepasados. Aprendí de mi mamá que a su vez aprendió de su mamá, mi abuela. Hablamos de más de 100 años de herencia artística que siempre tuvo el objetivo de mantener el arte Chorotega en la memoria de Guanacaste y de todo el país.
“Es una lucha constante, pero lo hacemos con mucho amor. Tratamos siempre de mantenernos lo más cercano posible al arte puro indígena Chorotega, tanto en el uso de la arcilla que ellos usaron, como de las técnicas”, explica doña Doralisa.
¿El proceso? Lo explican perfectamente Anayensy Herrera, del Centro Científico Tropical de Costa Rica, en su trabajo “El pasado verificado y el futuro imaginado de la tradición alfarare de Nicoya, Costa Rica”.
“La arcilla se pudre en agua por varios días antes de mezclarse con la arena de iguana (dos partes por una). Hasta la década de 1960, las impurezas se extraían con la mano durante el amasado, luego se introdujo el pilón de madera para moler la arcilla seca, que luego se tamiza en una zaranda fina.
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“Se mezcla con los pies en el suelo sobre un plástico o cobertor grande, colocando agua hasta lograr una textura plástica. El sobrante se conserva tapado con plástico negro. Este pateado lo solían hacer los niños; así empezaron la mayor parte de los artesanos. Las mujeres deben evitar el barro durante el periodo menstrual porque es muy frío”, explica Herrera.
¿Por qué recordamos el rescate de Coopeguaytil a las tradiciones indígenas? Porque este 2022 están cumpliendo 25 años del renacimiento y lo van a celebrar por todo lo alto con una feria artesanal que es dedicada a ellas, mujeres artesanas y emprendedoras.
La feria será el próximo 26 de noviembre de mediodía a las 7 de la noche, en las instalaciones de Coopeguaytil.
“Nosotras decimos que somos como hijitas de Coopearte, porque seguimos con la misma cultura y tradición”, asegura doña Nury Marchena, quien también forma parte de la cooperativa que le espera en Guitil de Santra Cruz, para que compre artesanías hechas con amor y totalmente cargadas del más profundo espíritu indígena que puede tener el barro extraído de las montañas del Diriá.
“Los materiales que usamos son todos de la zona, tenemos denominación de origen, sello artesanal. Es un producto con identidad. Todo es 100% natural y guanacasteco. Conservamos la tradición indígena, porque trabajamos el barro como lo trabajaron ellos.
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“Sí hay algunos pequeños cambios, como que no pintamos con plumas, sino con pinceles, pero por lo demás todo es igual, usamos la misma arcilla cargada de manganeso, zinc, hierro, la cual ocupa que los terrones se disuelvan”, concluye doña Doralisa.