“Nunca he dejado un cliente tirado porque no existe un zapato que yo no pueda arreglar; de hombre, mujer o niño, yo dejo como nuevo cualquier zapato que me traigan”, cuenta don Isaac López Alfaro, quien para poder rajar esa frase ha tenido que trabajar como zapatero durante 54 de sus 61 años de vida.
“Yo comencé en zapatería a los siete años y aprendí bien para poder lograr que la gente se sintiera siempre satisfecha con lo que hago”, relató McGiver, porque así lo conocen en Nicoya, dónde tiene su “Zapatería Remendona Express”.
Con mucho orgullo cuenta que la zapatería le permitió ganar la plática con la cual sus dos hijos estudiaron y que también le ha servido para siempre tener un plato de comida en la mesa.
"No me quejo porque Dios ha sido muy bueno conmigo, un hijo es informático y el otro también estudia, todo gracias al oficio. Claro, hay semanas más buenas que otras y meses más buenos que otros, pero nunca he estado sin un zapato que arreglar", dijo.
Nos cuenta que siempre le toca atender a más mujeres que hombres. “Ellas siempre tienen una emergencia que atender, por eso aprendí a correr, porque la mujer siempre necesita su reparación para ya mismo”, explicó.
¿Por qué McGiver?
“Por qué de mi zapatera remendona nadie se va sin su zapato reparado, algún McGiver le hago, pero se lo arreglo y eso que la gente anda cada vez más con zapatos desechables y esos cuesta mucho arreglarlos, porque el material es pésimo, pero igual cumplo con repararlos”, explicó.
Se considera un trotamundos de la zapatería porque si bien es Nicoyano de la pura cepa, en su corazón hay espacio para amar a Alajuela, quién sabe qué buenos recuerdos le trae la provincia de los mangos que la quiere tanto; incluso, recordó que sus servicios han estado en Esparza y Palmar Norte.
Este zapatero remendón no le mete mano a un zapato si no tiene buena música, por eso siempre es escucha lo que él dice es música de verdad: la Sonora Matancera, Daniel Santos, Carlos Gardel, entre otros.
Hasta montador de toros
Pero donde sí nos dejó con la peluca parada fue cuando dejó de arreglar zapatos para recordar sus años como montador de toros, algo que hizo desde los 12 años y hasta los 33.
“Jamás voy a olvidar como El Dentista, un torote de más de media tonelada me pateó y me quebró la tibia y peroné izquierdo y hasta ahí llegaron mis alegrías como montador. Tampoco olvidaré a otro toro, El Congo, torote de ochocientos kilos, el más duro que me tocó montar”, recordó. ¿Y cómo le fue con El Congo? “Aquí sigo trabajando y viviendo, salí vivo de esa montada, eso es lo que vale”, respondió.
Tiene una bicicleta de cajón al frente, dónde guarda todo lo que ocupa para sus remiendos. Ahora se parquea con negocio andante frente al edificio de los Tribunales de Nicoya pero si alguien ocupa servicio exprés, también visita de puerta a puerta.
Cuenta que en un día muy bueno puede ganarse hasta treinta rojitos, pero también se le llegan a juntar tres y hasta cuatro días en los que no ve un cinco. Un buen arreglo con sello de calidad McGiver, para hombre, puede costar 12 mil colones, para mujer unos 13 mil.
Es bien breteador, ya a las siete de la mañana está dándole a la zapatería y para a las cinco de la tarde cuando se puede, porque si es temporada alta o hay entrada a clases, le tiene que tirar al brete hasta la media noche.
“Arreglar zapatos tiene un gran secreto, debe hacerse con amor, si usted le pone amor y pasión al arreglo, le va a quedar muy bien al cliente, ese es el secreto, hay que amar la zapatería y yo la amo”, concluyó.