El mundo llora los daños en la catedral de Notre Dame. Justo hoy hace ocho días al anochecer en París el hogar de Quasimodo, según el famoso Víctor Hugo, estuvo cerca de quedar en cenizas.
El fuego de Lunes Santo destruyó parte de la historia de Francia y del mundo, el tejado del edificio, de 850 años de antigüedad, empezó a arder por razones desconocidas.
Milagrosamente el fuego no destruyó la corona de espinas, que según se cree, es la que llevaba Jesús durante su crucifixión. Dicen los expertos que se necesitarán “entre 10 y 20 años como mínimo” para recuperar la catedral con las mismas técnicas del siglo XII, cuando empezó a ser construida. Todo el edificio estuvo en alto riesgo de ser consumido por las llamas.
Ya grandes firmas han prometido 700 millones de euros en donaciones, no dudo de que ese monto se superará con creces.
El caso de Notre Dame debe servir para que los ticos pongamos las barbas en remojo. Nuestro querido Teatro Nacional, que data de 1887, puede sufrir en cualquier momento un siniestro similar o peor, que lo consuma por completo. Y no creo que por más voluntad que haya de algunas personas o empresas de buen corazón, podamos recaudar tanta plata en donaciones como sí lo harán los franceses.
Justo en este momento se discute un préstamo de $31 millones por parte del Banco Centroamericano (BCIE) para mejorar la seguridad del Teatro Nacional, como por ejemplo, modernizar su sistema eléctrico y dotar al histórico edificio de un sistema contra incendio. La entidad bancaria da todo el monto, sin embargo, un grupo de diputados pretende que solo se otorgue una parte, ya que consideran que la cifra es excesiva.
El ambiente para el préstamo es negativo en la Asamblea Legislativa, no pongo en discusión que $31 millones es un platal, simplemente me pregunto ¿y si el fuego consume en minutos 132 años de historia, de grandes obras de arte y de riqueza arquitectónica?