Elías Esteban Salazar Guevara se levanta todos los días a las 3:30 de la madrugada y viaja 172 kilómetros para ganarse la vida vendiendo patí.
El pulseador, de 31 años, vive en Jiménez de Pococí y desde hace tres años acostumbra vender el patí en San José, en el cruce de La República, en Tournón.
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Él cuenta que el patí se lo hacen unos conocidos que viven en Toro Amarillo. Siempre sale de su casa en bicicleta cuando todavía está oscuro para ir a recoger el patí bien fresquito, ese recorrido es de 14 kilómetros (media hora en bici); ya cuando tiene el producto deja guardada la bicicleta en casa de un conocido y pide “ride” a algún trailero o camionero, ya muchos lo conocen, entonces no le cuesta conseguir quien lo lleve a San José, ese viaje es de 72 kilómetros.
“Ya a las 6 de la mañana estoy vendiendo el patí, a la gente le gusta porque está fresquito, caliente. Antes cuando estaban haciendo trabajos en la calle del Zurquí me iba a vender patí ahí porque aprovechaba las enormes presas que se hacían. Después estuve un tiempo por el restaurante Doña Lela, pero ahí llegan muchos vendedores entonces mejor probé ahí en La República y me gustó, entonces me quedé.
“Es bonito porque ya todo el mundo me conoce, más bien si un día falto se ponen a decirme al día siguiente que soy un vago porque no llegué, pero es que a veces pasan cosas como que cierran el Zurquí y entonces no puedo cruzar para venir a vender”, relató con orgullo el pulseador.
Siempre fresquito
Elías cuenta que prefiere llevar poco patí para venderlo todo que llevar mucho y que se le quede. Lleva en promedio, por día, unas 16 bolsitas, cada una con tres patís, el precio por paquete es de ¢2 mil. Él le pone bonito para, a más tardar, a las 10 ya tener todo vendido y devolverse para la casa.
“A la gente le encanta comprar el patí y sentirlo calientito, si yo pido más producto ya al mediodía va a estar frío y así la gente no lo compra, prefiero vender poco, pero saber que la gente se va contenta”, manifestó el vendedor.
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El patí que ofrece Elías es ya conocido, por eso varias personas que trabajan en edificios cercanos a su punto de venta le encargan bolsitas y él se las lleva.
Todo el patí tiene chile, pero poquito, apenas para darle sabor porque Elías dice que el patí sin chile no sabe a nada.
El pulseador dice que todas las mañanas él trata de alegrarle el día a las personas que saluda.
“Me gusta vacilar y hacer a la gente reír en la calle mientras estoy vendiendo, muchas personas me han dicho que les cambié el día con lo que les dije, iban preocupados para el trabajo o estresados y se van sonriendo, eso es muy importante para mí”, expresó.
31 años tiene Elías
Barbero y peluquero
Pero el vender patí no es el único trabajo de Elías, también es barbero y peluquero y además tiene pollos de engorde.
“En las tardes corto pelo en mi casa, la pulseo durísimo por todo lado porque la situación está muy dura. Estoy viendo a ver si llevo un curso de tintes para ofrecer más servicios a mis clientes, quiero ir creciendo profesionalmente.
“Solo atiendo a hombres porque las mujeres son muy complicadas (dijo entre risas) a los hombres los puedo enredar, pero a las mujeres no (volvió a reír). Mis clientes llegan feos y se van guapos, hacemos milagros y todo”, dijo Elías con tono jocoso.
El empunchado joven sueña en grande, dice que está trabajando duro porque le gustaría ponerse un local para atender a sus clientes más cómodamente y ¿por qué no? Hasta contratar personal.
“Sería bonito tener mi propia barbería. Me gustaría tener también una tienda en el negocio para que los vecinos puedan comprar las cosas que necesiten, que haya de todo, así como en los ‘chinos’.
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“Más adelante también me gustaría aprender a hablar inglés parallegarle a vender a los extranjeros, algo que ahorita me cuesta mucho”, aseguró.
Elías tiene tres hijos, un niño de 10 años y una pareja de mellizos de nueve. Ellos son el motor que lo impulsa a madrugar a diario para buscar el sustento.
Este valiente dice que no comparte la actitud de las personas que esperan que las cosas le caigan del cielo, él sabe que solo con trabajo duro se puede salir adelante, por eso todos los días le pone bonito en todas sus facetas.
“Me gusta vacilar y hacer a la gente reír en la calle mientras estoy vendiendo”.
— Elías Esteban Salazar, vendedor de patí