Su solidaridad con las demás personas, quienes estaban luchando por la defensa de sus derechos, en las protestas que iniciaron en 2018, le costó la libertad al psicólogo nicaragüense Róger Alfredo Martínez.
Él fue detenido y acusado de fabricación, tenencia y tráfico de armas, municiones y explosivos el 15 de julio del 2018 y permaneció encarcelado hasta el 5 de abril del 2019.
Su “delito” fue poner a disposición de los heridos en las protestas y manifestaciones en las calles de Granada, de donde es originario, sus conocimientos en primeros auxilios para curar sus heridas y aliviar los malestares causados por los gases lacrimógenos.
“Cuando las autoridades allanaron el puesto médico y me secuestraron, convirtieron los insumos médicos (bicarbonato de sodio, gasas, hilo de sutura, medicinas, sueros) en insumos de guerra, ese era mi ‘armamento’, entonces me acusan de fabricación, tenencia y tráfico de armas y explosivos. Me condenaron a cuatro años y seis meses por esa primera causa y hay una segunda causa abierta por terrorismo”, recordó Martínez.
Gracias a las negociaciones políticas se logró su liberación antes de tiempo, aunque la causa de terrorismo sigue viva, por eso, si estuviera en Nicaragua y quisieran callarlo, solamente reabren la causa y lo meten preso nuevamente.
Sin embargo, el hostigamiento luego de salir de la cárcel era tan fuerte que no pudo seguir trabajando, lo insultaban, perseguían y amenazaban de muerte. Además, le decomisaron sus propiedades (consultorio y cafetería), la motocicleta, el carro, su computadora y la cámara fotográfica. A todo eso se suma que le giraron una orden de ir al juzgado a firmar cada mes, por eso el 16 de setiembre del 2019 se vino a Costa Rica, donde permanece exiliado.
Empezar de cero
Cuando llegó a Tiquicia, se fue para la casa de su tía Luisa Martínez en el cantón de Mora. Solo traía su ropa.
En los trámites para lograr su estatus de refugiado y el permiso de trabajo tardó un año, por lo que tuvo que pulsearla vendiendo buñuelos, churros, pasteles, haciendo uñas acrílicas, vendiendo sus libros (“Personas ordinarias, mentes extraordinarias” y “Está bien, estar mal”), camisetas, tazas con reflexiones y dando consultas psicológicas en línea a distancia a sus antiguos pacientes en Nicaragua.
Hoy, a sus 38 años, vive con su hija Guadalupe Martínez, de ocho años, a la que también amenazaron con secuestrarla y matarla si él no se callaba, trabaja desde hace 11 meses en una transnacional y sigue con las extras para ir comprando poco a poco sus cosas nuevamente.
Aquí, con la paz que le da sentirse libre y seguro nuevamente, escribe su tercer libro con la experiencia de lo que vivió en la cárcel, se titula “El preso de la celda 16”, dado que tanto en la delegación policial donde lo metieron primero como en la cárcel a la que lo mandaron luego, le tocó el mismo número de celda.
Como la mayoría de los nicaragüenses, Róger anhela libertad, democracia y justicia para su país, que les dé la paz y estabilidad para reconstruir una nueva Nicaragua que les permita salir adelante y cumplir sus sueños para darles un futuro mejor a las generaciones futuras.
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Un día más de resistencia, es un día menos de la dictadura, debemos ir un día a la vez y pronto veremos la libertad que nos permita vivir en paz y tranquilidad dentro de nuestro país”.
— Róger Martínez, nicaragüense