Androides biológicos que vienen a visitar a sus antepasados y sentirse otra vez humanos es el futuro que augura el pintor boliviano Orlando Arias Morales en su pinturas, si el humano sigue abusando de la tecnología.
El año del cual esos humanoides viajan es el 3000 y son seres robóticos, mitad humanos, mitad robot y todo lo hacen programado.
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Entonces, al echar la vista al pasado quieren saber cómo era ser humano en nuestros tiempos y con tecnología que aún no conocemos emprenden un viaje a nuestros días.
Ellos visitan pueblitos desolados que se alumbran con candelas y exploran, sienten, tienen tiempo de meditar y reflexionar qué hizo el humano para su especie.
Ese es el mensaje que quiere transmitir el pintor en su colecciones que se están exhibiendo en nuestro país y que están a la venta a precios cómodos para ser pinturas de un artista tan reconocido.
“Las obras no tienen un nombre individual, son parte de cuatro series de tipo robótico donde deseo transmitir que el uso de la tecnología y su avance está haciendo que nos hagamos máquinas y más manipulables”, explicó el pintor.
En la obra, don Orlando hace una crítica a la forma tóxica en que la gente está usando la tecnología y que eso nos convertirá en androides biológicos.
“Si seguimos con este ritmo de vida que estamos llevando esto es lo que nos espera en en futuro. Para explicar la obra estos seres se dan cuenta que son mecanizados y programados y que la vida así no tiene sentido y deciden venir al pasado, a esta época para recuperar esa parte de humanidad que todavía nos queda.
“Con esto, digo que la gente hoy en día no reflexiona, todo lo imita, le da pereza pensar”, aseguró don Orlando.
Las obras están hechas en dos técnicas: óleos y acuarelas y se exhiben en la galería de arte María Carlisle, que queda 200 metros oeste de la plaza Mayor, sobre bulevar Rohrmoser, en Chepe.
Sobre la técnica de pintura, don Orlando también tiene lo suyo, pues logró igualar el colorido del óleo con las acuarelas, algo que es difícil.
El pintor boliviano dijo que la tecnología ya es una cultura global, que también tomó por los cuernos a los pueblos andinos.
“No digo que es bueno o malo, pero no la estamos usando bien”, concluyó.