Aunque está más que comprobado que la mascarilla salvó y continúa salvando vidas durante la pandemia, el uso de esta por parte de los cuidadores de niños pequeños causó un retraso en el desarrollo del lenguaje de los chiquitos.
Los güilas aprenden a hablar imitando a los adultos: los sonidos que emiten, los movimientos de la boca y el rostro y hasta los gestos, pero como durante más de dos años estuvieron rodeados de personas con la cara tapada por el cubrebocas, ese proceso se retrasó montones.
Yariela Novo da fe de esta realidad, ella es mamá de una niña de cuatro años llamada Abigail y de un pequeño de dos años llamado Aarón.
“He notado una gran diferencia en cuando al desarrollo del lenguaje entre mis dos hijos. A la edad que tiene mi hijo, ya Abigail hablaba muchísimo, lograba darse a entender y podía armar oraciones sencillas, pero con Aarón ha sido más difícil, ha costado mucho que aprenda a unir palabras.
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“Él ha estado en guardería desde que tenía cuatro meses y varias veces he hablado con las cuidadoras sobre el tema del lenguaje porque uno como mamá se preocupa. Ellas me dicen que se trata de un tema generalizado por la pandemia, sobre todo porque por mucho tiempo ellas usaron mascarilla y eso hacía que los niños no pudieran verles los labios al hablar. En realidad fue hasta hace unos tres o cuatro meses que noté que Aarón ya se empezó a soltar a hablar y va poco a poco”, narró Yariela.
Mucha preocupación
La terapeuta de lenguaje, Susan Porras Mejía, conoce muy bien el tema porque a su consultorio han estado llegado muchos papás llenos de preocupación porque notan que a sus niños les está costando mucho hablar.
“Tengo mi consultorio en Quepos, pero he hablado con familias de Desamparados, Heredia, Alajuela y la situación es generalizada. Todo esto se debe a que los niños estuvieron por un año o más aislados en sus casas sin tener más contacto que con sus familiares cercanos y muchos de ellos usando mascarilla.
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“En muchos de los casos hasta en la propia casa se perdió la estimulación porque como los papás estaban haciendo teletrabajo pasaban ocupados y no podían sacar tiempo para sentarse con sus hijos a jugar o para hablar con ellos”, explicó la especialista.
Susan dice que cuando los menores están aprendiendo a hablar, ellos necesitan ver la cara de las personas con las que conversan porque imitan sus movimientos, se enfocan en la “zona T” que abarca la boca, la nariz y la frente, pero como la gente usaba cubrebocas no podían ver el rostro de quien les hablaba.
“Antes de la pandemia era muy común que los niños pequeños estuvieran en contacto con sus primos, tíos, abuelos y otros familiares, que los llevaran a fiestas de cumpleaños y compartieran con otros chiquitos, también los llevaban al parque, al supermercado y todo eso representa una socialización importante y necesaria para que los aprendan el lenguaje, pero todo eso desapareció de un momento a otro por la situación mundial que se vivió.
“¿Que pasa con eso?, que la mayoría de niños se atrasó en ese proceso y eso genera consecuencias en muchos ámbitos de sus vidas, como por ejemplo la interacción con otros niños. Si un pequeño está en la guardería y un compañerito agarra por equivocación un lápiz de él, le será muy difícil expresarse para decirle que ese lápiz no le pertenece y quizá hasta le dará un golpe porque esa fue la única manera que encontró de expresar su molestia”, explicó la terapeuta.
Cada vez que llega un nuevo papá preocupado al consultorio de Susan, ella trata de calmarlos y les explica que con el regreso paulatino a la normalidad los niños irán avanzando cada vez más en sus habilidades para expresarse, pero advirtió que los padres deben involucrarse y comprometerse en el proceso.