El concepto más complejo de entender en esta serie de reportajes dedicados a la comunidad LGTBIQ es la letra Q.
Significa queer y hablamos con Jota Vargas, quien se identifica así desde que descubrió ese término.
La persona queer no se identifica con el género masculino ni con el femenino. Sin embargo, crea su personalidad con características de ambos.
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Para ejemplificarlo, una persona queer puede expresar un día una personalidad masculina, y al siguiente puede manifestar una femenina. Muchas veces las combinan, como cuando vemos a una persona con tacones, con enagua, con camisa y con barba.
“Mi identidad de género siempre ha sido queer, pero como he tenido que sobrevivir en esta sociedad, en la familia, con los amigos, la expresaba de forma masculina. Me vestía con corbata, con traje, ahora a veces lo hago, pero porque quiero, no por una imposición social”, dijo.
Fue a los 20 años cuando Jota conoció a una persona queer que le cambió la vida.
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“Esa persona me invitó a un lugar que se llama 'Rojo al púrpura’y allí había personas con otras características de identidad. Me di cuenta que hay más que hombre, más que mujer, más que gay y me identifiqué como uno de ellos”.
En cuanto a la orientación sexual, el término también es complicado de entender. La persona queer busca ser diferente, detesta las etiquetas y muchos manifiestan que su orientación también es queer, otros han dicho que son heterosexuales, aún cuando es difícil entender como una persona que no se identifica como hombre ni como mujer, puede ser heterosexual.
“Yo soy pansexual, lo que quiere decir que puedo tener sexo con hombres, con hombres trans, con mujeres, con lesbianas. Con cualquier persona, ese es mi caso”.
Otras personas queer podrían sentir atracción solo por hombres, o solo por mujeres, o solo por gais.
“El queer busca no encasillar”, dice Jota.
Mucho dolor
Como a la mayoría de la gente que integra la comunidad diversa, Jota tuvo una niñez y una adolescencia difícil por la falta de información.
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“Estuve en una iglesia evangélica y fue una niñez traumática y triste. No encajaba. A los doce años alguien se sentó conmigo y me dijo, tiene que caminar como hombre. Yo le dije, ¿qué es eso? Imagínese que a un niño de doce años le digan cómo caminar.
"Me decían: ‘vea a su papá, vea al sacerdote’. Yo tenía un caminar alegre, no de mujer, más bien jovial, bailando con las manos. Caminaba como Jota”.
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Contó que a los 18 años les dijo a sus familiares que le gustaban los hombres.
“No entendía muy bien, porque si me gustaban los hombres tenía que ser gay porque sino tocaba ser hetero. Eran las dos opciones que tenía, no sabía ni siquiera de los bisexuales”.
Incluso, Jota estuvo enamorado de adolescente de una muchacha y dice que fue un sentimiento muy profundo.
“Cuando salí del clóset, a los 18, fue un alboroto. Papá nos levantaba a orar a las cinco de la mañana para que se me quitara la enfermedad y consiguió un pastor que me iba a curar.
“Pasó un periodo corto hasta que dije ‘no más. Esto no es lo mío, si esta es la iglesia con la que comulgo no vengo más. No puedo creer en un Dios que solo considere bien la heterosexualidad y la cisgeneridad (hombres y mujeres biológicos)”, dijo.
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Pero Jota no renunció a Dios. Se dice anglicano y trata de ir a misa con frecuencia.
“Pude reconciliarme con Dios porque me quiere como soy. La iglesia anglicana abre la puerta a las personas LGTBIQ, sin juzgarlas. Promueven el respeto y el amor a todos”.
Finalmente, le preguntamos cuál es la forma correcta de dirigirse a una persona queer.
“Es una pregunta esencial porque no nos identificamos como masculino ni como femenino y es complicado para los demás. Algunos usan la "e" y se llaman a si mismes, o se dicen artistes, periodistes. Otros como yo, no nos molesta que nos digan de un género o de otro. Prefiero la a, pero no me molesta la o”.