Había una vez una perrita de dos meses que abandonaron en una caja de cartón en Guadalupe de Cartago, a la par de un basurero. La dejaron ahí para que con sus dos hermanitos muriera lo más pronto posible; sin embargo, cuatro pares de manos solidarias rescataron a los cachorros de la calle, de la muerte y de ser agredidos.
Así comienza esta historia en Tiquicia y que hasta el día de hoy continúa en Alemania.
El primer par de manos solidarias son de Desiree Brealy, a quien llamaron para alertarla que había tres peluditos tirados a su suerte en una zona en que la agresión a los pequeñitos de cuatro patas es muy normal.
Se sabe que a los cachorritos que abandonan en esa comunidad cartaginesa se los dan a los perros de pelea para que entrenen. Por eso Desiree se fue corriendo y se los llevó a los tres. Los encontró cargados de pulgas, garrapatas y parásitos.
Después de un baño, una buena despulgada y desparasitada, apareció el segundo par de manos.
Desiree le llevó los tres cachorros a Johanna Picado, de Voluntarios de Corazón, un grupo en San Pedro de Montes de Oca que rescata, cuida y le busca casa a los peluditos menos afortunados de este país. Ellos tienen un hotel y también una guardería para peluditos.
Johanna realiza ferias de adopción en diferentes partes del país y así le encuentra casa a los abandonados por la vida, a los sin techo de cuatro patas. De esa forma los dos hermanitos de la perra abandonada encontraron rápido una casa, claro, eran machos, castrados, vacunados, desaparasitados y bien aseaditos, les fue muy fácil. Pero la perrita seguía sin que nadie la quisiera. Fue Johanna quien le puso nombre, Pía.
Una nueva vida
El tercer par de manos solidarias corresponden a Rebeca (por solicitud de ella no ponemos el apellido), quien adoptó a una inquieta Pía, a la que ya le urgía una familia a la cual moverle la colita.
“En un inicio, Pía era la perrita de todos, la perrita de la familia. Sin embargo, luego de unos pocos días me fui encariñando mucho con ella. En ese momento mi novio, ahora mi esposo (el cuarto par de manos), vivía en Alemania y yo era estudiante (por lo que tenía mucho tiempo). Empecé a encargarme de ella sola y así fue que paso a ser 'mi perrita'. Mi esposo la conoció algunos meses después de la adopción, cuando llegó a visitarme a Costa Rica, él y yo compartimos el amor hacia los perros y por eso no pasó mucho tiempo para que él también se encariñara con ella”, nos contó Rebeca.
Cuando Rebeca se casó, se fue a vivir a Alemania y Pía también hizo sus maletas. Claro, primero tuvo que pasar por un proceso de aprendizaje largo, porque en ese país los perros andan sin collar y se sientan para esperar los semáforos. Además, pueden entrar en restaurantes y cafeterías. En fin, son vistos como un miembro más de la familia, tanto así que cuando viajan en carro deben ir por ley con su cinturón de seguridad.
"Mi esposo se encargó de poner en orden todo lo relacionado con Pía y su nueva vida en Alemania. Aquí se debe pagar impuestos cuando se tiene un perro, además, debe estar asegurado. Si uno tiene pensado salir del país con el perro, también él debe tener su propio pasaporte (entre todo se paga como 120 mil colones al año)", explicó.
En unos pocos meses, Pía estaba con todos sus documentos en orden y recibió su pasaporte.
“Fue un cambio enorme venir del calorcito y clima privilegiado de Costa Rica al inicio del largo invierno en Alemania. A veces ella no tenía ni ganas de salir a la calle por el frío que hacía; sin embargo, le gusta mucho jugar con la nieve. Después del primer invierno nos dimos cuenta que teníamos otra cosa en común, ¡a los tres no nos gusta el invierno!”, explicó doña Rebeca.
A cachete
Pía, quien nació como indigente y vivió así los dos primeros meses de su vida, ahora, con cuatro años, vive como una princesa en Hamburgo, Alemania. Es una perrita tica con pasaporte alemán, conoce varios países de las Europas: Francia, España, Bélgica.
Disfruta de la nieve europea y le encanta el verano del Viejo Continente, puede entrar a cualquier restaurante, la llevan siempre en las vacaciones de arriba para abajo y come a cachete inflamado, porque le dan de los mejores alimentos alemanes para perros.
Esta zaguatica, que nunca más volvió a ver a su perra mamá, encontró en doña Rebeca todo el amor. El esposo de "Rebe" es como el papá y hasta le salió abuelita, porque la mamá del esposo la quiere tanates.
Como buena abuela es bien alcahueta, cuando se queda con la abue, a Pía la llevan a los centros comerciales para que le regalen mortadela de la fina y le cocinan arrocito con un buen caldo de carne. Hasta le aguantan el caprichito de la zanahora, porque a Pía le encanta.
Nada más lean el menú que se puede almorzar la princesa: carne de lata y croquetas con sabor a cordero, también pollo, res y hasta venado (es una carne normal para comer en Alemania), eso sí, como les dijimos, no le puede faltar la zanahoria.
Doña Rebeca y su marido aman a Pía, la cuidan mucho, porque ella es bien cariñosa y llena de amor, la experiencia ha sido tan buena con la zaguatica, que están analizando adoptar un hermanito canino más adelante.