Ruth Carmona, de 27 años, y a su hermana Heilyn, de 24, sobrevivieron al covid-19, pero lastimosamente algunos de sus seres queridos no.
Hace tan solo un mes, compartían felices con su hermano Antonio Carmona, de 31 años, y sus padres Aquilino Carmona y Reina Sandoval, pero el coronavirus llegó a su casa, en Poás de Alajuela, y todo cambió.
Antonio, quien trabajaba en un tramo del mercado de Alajuela, presentó síntomas el 5 de octubre, pero todos en la familia pensaron que se trataba de una gripe porque él siempre se metía al cuarto frío del trabajo cuando llegaba caluroso de la calle.
“Creemos que fue trabajando que se contagió. Le empezamos a dar analgésicos para que se curara la gripe, pero luego le dio dolor de espalda, vómitos y mucha tos. Ya el diez (de octubre) vimos que era muy alarmante y que tenía mucha fiebre, cada cuatro horas le volvía la temperatura y lo llevamos a hacerse la prueba”, contó la mayor de las hermanas.
Pero esa misma noche se complicó y lo llevaron al hospital de Alajuela, porque le estaba costando respirar.
“Le pusieron oxígeno y como a las diez de la noche nos llamaron y nos dijeron que lo iban a trasladar al Calderón Guardia porque su estado era muy complicado y necesitaba de los equipos de ese hospital”, recordó Ruth.
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Un día después a don Aquilino le dieron fuertes dolores en el pecho, llamaron a la ambulancia para que fueran a verlo y se lo llevaron al hospital porque, pese a que estaba estable, también tenía problemas con la oxigenación.
“Tres días después (el 14 de octubre) mi mamá nos dijo que se sentía mal y volvimos a llamar la ambulancia, pero como ella era hipertensa y diabética se la llevaron de una vez al hospital Calderón Guardia porque se le había bajado la presión. Esa misma noche nos dieron el resultado a todos de que estábamos contagiados por covid-19”, recordó Carmona.
Llegan las malas noticias
El 18 de octubre, una semana después de estar internado, las llamaron del hospital para darles la mala noticia de que Antonio, sin tener factores de riesgo, falleció por la enfermedad que ya mató a 1.464 personas en el país.
Una semana después, el 26 de octubre, cayó la otra mala noticia, doña Reina también murió por el virus.
“Ella sí se había complicado porque además de la diebetes y la hipertensión había padecido de asma y tenía los pulmones más afectados”, contó Ruth.
Las hermanas apenas empezaban a asimilar el doble golpe cuando un día después, el 27 de octubre, las llamaron del Ceaco para avisarles que don Aquilino se había puesto muy malito de salud y debían intubarlo.
De hecho, el señor solo supo de la muerte de su hijo pues aún no le han informado que la mujer con la que estuvo casado durante 25 años, ya no estaba.
Este lunes a las dos de la madrugada lamentablemente don Aquilino perdió la pelea contra la enfermedad y se reunió con su esposa y su hijo en el cielo, quedando sus dos hijas destrozadas por la pérdida del tercer miembro de su familia en menos de un mes.
Ambas están corriendo este lunes con las vueltas para enterrarlo, pues además de no contar con recursos, los protocolos establecen que debe hacerse en 24 horas. Si usted desea echarles una mano, puede contactarlas al 6047-4597.
“Él es el único que nos queda y está luchando, pero los médicos dicen que está muy delicado por una infección que le dio en todo su cuerpo, como secuela de la enfermedad. Como está bajo de defensas no puede combatirla y le está costando salir.
"No hablamos con mi papá desde el 24 de octubre, que tuvimos una videollamada, solo nos llaman cada cierto tiempo del hospital y nos dicen cómo está”, contó la joven poaseña.
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Los pilares
Además del dolor emocional, las pérdidas fueron un fuerte golpe económico para las dos jóvenes.
La familia se sostenía con el salario de Antonio y de Heilyn, que aún está incapacita. Don Aquilino estaba esperando que le aprobaran la pensión y Ruth está desempleada y endeudada.
En el caso de doña Reina siempre se dedicó al cuido del hogar y a unas gallinitas, que ahora Ruth no sabe qué hacer con ellas.
“Mi madre era una mujer que ante cualquier adversidad, su prioridad era Dios, nos inculcó que el único que nos daba fortaleza en momentos de angustia era él. Todos la querían, fue muy valiente y nos amó hasta el último día, pese a que siempre estaba con algún dolorcito en su cuerpo”, recordó Ruth.
En el caso de Antonio, era un hombre alegre, siempre con una sonrisa. Amante de las bromas y los chistes y quien lo conocía, se hacía su amigo.
Ese don de gente le valió el cariño de los demás hasta el final, pues su jefe fue el encargado de pagar los gastos funerarios para poder darle el último adiós.
Mientras que el sepelio de doña Reina fue gracias a que el jefe y los compañeros de trabajo de su hermana Thelma, en un lubricentro de Río Segundo de Alajuela, se pusieron la mano en el corazón.
Ruth asegura que todo fue tan rápido que desearía echar el tiempo para atrás para despedirse de sus seres queridos.
“Cuando ellos se fueron para el hospital no se veían tan mal, no puedo creer que ya no estén, cualquier trabajo o ayuda que nos puedan dar, será bien recibida”, puntualizó Ruth.