No cabe duda que el amor y la suerte son primos hermanos.
En esta historia de amor, a prueba de fuego, les vamos a contra cómo una pareja construyó su personal número de la suerte, el cual le ha traído varias alegrías económicas.
Él se llama Ricardo Salgado y ella Yahaira Solano, son josefinos y tienen 31 años de matrimonio. Se conocieron en el colegio y han sabido superar las altas y bajas de toda relación a base de comprensión, respeto y amor puro.
Se casaron el 7 de setiembre de 1991 e inmediatamente, con esa fecha, crean el primer número para jugar en los sorteos de chances y lotería: el 7.
“La fecha del matrimonio no fue que cayó de pura suerte, nosotros la escogimos en 7 porque es el número perfecto de Dios (el 7 es el número que más se menciona en La Biblia)”, aclara de inmediato don Ricardo.
La primera hija del matrimonio, Kyrzia (una bebita que está en el cielo), nació el 18 de julio de 1991. Esa pequeñita les dejó a estos papás el número 18 como su número preferido de la suerte y todo lo positivo, porque consideran que la angelita los protege siempre desde el cielo.
El segundo hijo, Magdiel, nació el 1º de julio de 1992. Entonces, a como somos los agüizoteros, la pareja unió el 7 por el mes de julio y el 1, les da 8. El 1 del día del nacimiento, más la suma que da 8, unida da 18.
Después nació la tercera hija, Menaly, el 8 de abril de 1994. A ese 8 le agregan el 1 de la fecha de segundo hijo, da 18.
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“Yo cumplo años el 1º de agosto, o sea, el 1 del mes 8, ahí también tenemos un 18. Mi esposa cumple el 20 de octubre, entonces, nosotros decimos que al 20 de la mamá le rebajamos dos hijos, queda 18.
“En nuestra vida todo gira en torno al 18, porque es el número de la hija que amamos y está en el cielo y es un número que siempre llevamos en las camisetas de fútbol que nos hagamos, porque amamos el fútbol”, explica Ricardo, quien junto a su familia son saprissistas de corazón.
Tampoco abandonan el 7, es el segundo en importancia para ellos, así que lo juegan como segunda opción, comprando menos pedacitos que los que juegan del número consentido.
“En el cierre del 2022 me fue muy bien con el 18, salió en la lotería y nos pegamos en la casa como un millón de colones. Una vez más ese número nos confirma que es el de la suerte de la familia porque esa platica nos pegó una tremenda salvada.
“De hecho, todos mis amigos saben muy bien que ese es mi número, por eso cuando sale todos me llaman a ver cuánto me pegué. Es que es un número que no aflojamos, así salga tres veces seguidas, lo seguiremos comprando siempre, yo no me hallo comprando otros números sin comprar ese, ese será mi número para siempre. Claro, también compramos el 01, el 07, el 20, y los hemos pegado, pero siempre jugamos el 18 que es el que más hemos pegado”, aseguró el esposo.
Doña Yahaira nos explica el cariño por esa cifra. “Es un número que llevo en el corazón por mi angelito en el cielo. Me encanta jugarlo porque como que tiene una conexión con mi corazón que toda la vida amará a mi hija. Además, como hemos logrado amarrar el número con las fechas de los otros hijos y nosotros mismos, es como que jugamos la familia entera cada vez que lo compramos”, reconoció la esposa.
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Saber entender
La familia es bien agüizotera porque hasta nos dan una lección de cómo saber entender los gritos de la suerte. Resulta que don Ricardo tuvo que ir a la clínica porque sufrió una herida en un dedo, pero como tenía alguito de gripe lo mandaron al lado de covid-19, ahí se encontró un amigo de años y pasaron hablando como tres horas que fue lo que duraron atendiéndolos.
Pues resulta que el amigo al irse le dice: ‘Por cierto, yo no soy ese nombre que usted me dijo, pero como usted me saludó muy alegremente le seguí la corriente’. Al llegar a la casa el esposo contó el vacilón que vivió en la clínica con el amigo que no era el amigo.
Por la noche de ese día subió una foto a Instagram con una de sus hijas y al otro día tenía un comentario, precisamente, del amigo que sí era con el que creyó que hablaba en la clínica. Entonces lo llamó, le contó lo que le pasó y al final le dijo que qué número jugaba.
Aunque no lo crean, don Ricardo compró el 92, que fue el número que dijo el amigo y no va pegando casi un millón. La suerte en ocasiones nos grita el número, pero muchos nos hacemos los sordos, por dicha este esposo supo escuchar y entender.