EscucharComo millones de personas en el planeta soy un gran admirador del papa Francisco, sin embargo, su posición sobre lo que ocurre en Venezuela me pareció tibia. En el último día de su visita en Panamá, el líder de la Iglesia Católica pidió que se busque una solución “justa y pacífica” a la “grave” crisis política en Venezuela.
“Aquí en Panamá he pensado mucho en el pueblo venezolano al que me siento particularmente unido en estos días”, en lo que fueron sus primeras palabras sobre la nueva escalada de la crisis en ese país.
Dijo que esa solución tiene que ir acompañada por el respeto a los derechos humanos y “deseando exclusivamente el bien de todos sus habitantes” .
El papa no dijo si apoyaría al líder opositor Juan Guaidó, presidente interino opuesto a Nicolás Maduro, dictador que ha metido a los venezolanos en una profunda crisis económica y humanitaria.
¿Cómo es un una solución “justa y pacífica”? Creo que el papa debió meter el dedo en la llaga, su Santidad fue extremadamente diplomático, y contrastó con la actitud del papa Juan Pablo II, hoy santo, cuando visitó Nicaragua en marzo de 1983. Francisco en estos días de la Jornada Mundial de la Juventud, ni siquiera mencionó la crisis en en el vecino país del norte.
El pueblo pinolero enfrenta en la calle al Gobierno del sandinista Daniel Ortega, y el resultado son decenas de muertos, heridos y presos políticos.
Juan Pablo II, aquel año estuvo a punto de eliminar Nicaragua de su viaje a Centroamérica, pero apenas llegó, ahí en el aeropuerto, se encontró con Ernesto Cardenal, sacerdote y político revolucionario aliado de Ortega. Cuando se acercó el Papa, Ernesto Cardenal se hincó y tomó la mano del papa para besársela. Juan Pablo II la retiró. Y cuando el sacerdote le pidió la bendición, el Papa, señalándolo con el índice de su mano derecha, le dijo: “Antes tiene que reconciliarse con la Iglesia”.
Hago el contraste porque a Francisco le faltó esa mano dura con Maduro y debió tocar el tema de Nicaragua.
