El Instituto Andrea Jiménez tiene 48 años de atender a la población con discapacidad cognitiva desde que son bebés hasta los 65 años.
Sin embargo, una decisión de la Sala I les dio la razón a vecinos de San Francisco de Dos Ríos que interpusieron una demanda porque los terrenos en los que se encuentra el instituto desde hace 33 años estaban destinados a ser un área para el disfrute comunal y de los niños.
Ante este panorama, el personal docente, administrativo y las 88 personas que tienden deberán dejar las instalaciones y pasarse.
Lo primero es encontrar un terreno que reúna condiciones especiales, deben recaudar los recursos para adquirirlo y construir; todo eso toma un tiempo del cual no disponen por tratarse de una resolución judicial de acatamiento obligatorio para la Municipalidad de San José.
Kenia Chacón, directora administrativa del instituto, está muy preocupada por la orden de desalojo, teme que los estudiantes queden desprotegidos un tiempo.
Rafael Arias, vocero de la Municipalidad de San José, explicó lo que ocurre y, dentro de todo, deja ver una luz de esperanza.
LEA MÁS: Persona con discapacidad pasó un mal rato y su familia asegura que fue por problemas en el estadio
“La municipalidad ha tenido reuniones con el Instituto y con Casa Presidencial buscando alternativas y lo más probable es que entre todas las instituciones busquen algún terreno que le pueda funcionar a la fundación para continuar con gran trabajo que hacen con los niños y jóvenes con discapacidad”, explicó Arias.
Los estudiantes y adultos que van al Andrea Jiménez son recibidos de lunes a viernes de 8 a.m. a 12:30 de la tarde (70 de cada 100 tienen beca).
“Reciben servicios integrales, desde educación especial y materias complementarias como educación física, musical, terapia física, ocupacional y de lenguaje y servicios especiales como equinoterapia y destrezas acuáticas”, explicó Chacón.
Esto lo confirman Miguel Ibarra y Natalia Morales, padres de familia que desde hace años tienen a sus hijos en este instituto.
Alejandro Ibarra, hijo de Miguel, entró a la institución desde que tenía 10 meses y actualmente tiene ocho años; Mariam Rodríguez, hija de Natalia, llegó con seis años y ya tiene 17 de asistir.
Avances grandes
Miguel Alejandro tiene síndrome de Down y era depediente de oxígeno.
“Pasó sus primeros doce meses en cama, hospitalizado desde que nació hasta los seis meses, cuando lo operaron para poder superar la esperanza de vida, que para entonces era de dos años. La sangre de su corazón se mezclaba y tuvieron que ponerle una pared para que pudiera oxigenar bien”, contó el papá.
LEA MÁS: Hermanas con discapacidad están hartas de trato que reciben cuando viajan en bus
Desde los diez meses comenzó a recibir en el instituto terapia ocupacional para que desarrollara la motora fina y gruesa, estimularle las sensaciones; terapia física, que le ayudó en el desarrollo, ahí aprendió a gatear y fortaleció los músculos porque antes no podía sostener la cabeza.
“En el hospital nos dijeron que Alejandro no iba a poder tocar las cosas, ni a dejar que le tocaran las manos, pero en el instituto le comenzaron a trabajar toda la parte sensorial con texturas y actualmente no tiene ningún problema para tocar las texturas”, recordó Ibarra.
El padre agregó que para su hijo el instituto es como su segunda casa.
Además de los problemas del corazón, otra dificultad del menor de edad ha sido la cadera izquierda, porque sufrió cuatro luxaciones hace tres años y otra la semana anterior. El instituto lo ha apoyado mucho con la terapia física.
“Nos han ayudado con la silla de ruedas, con las terapias y sabemos que contamos con ese apoyo, que no lo encontramos en otro lugar. Nos da tranquilidad dejarlo ahí porque sabemos que lo van a cuidar como si fuera el hijo de cada una de las maestrass”, dijo don Miguel.
Atención muy completa
Tanto Alejandro como Mariam llegan muy contentos a sus casas luego del instituto y comparten con sus padres lo que aprendieron y lo que pasó en el día.
Mariam, de 23 años, caminaba con dificultad cuando empezó a ir al Andrea Jiménez y no se comunicaba con los demás.
LEA MÁS: Gaby Sanabria, la mujer trans que se ganó un campo en los concursos de belleza y las pasarelas
“Ella es sorda, padece el síndrome Noonan (evita el desarrollo normal en varias partes del cuerpo) y se estresaba mucho porque no se podía comunicar.
“Las terapistas de lenguaje le enseñaron señas y hoy habla frases sencillas como ‘mamá', ‘leche’. Ya camina casi perfectamente y se ha integrado en la práctica de deportes. Es otra de la que entr”, explicó la madre.
Natalia aseguró que antes de encontrar el instituto, los centros donde atendían a su hija se enfocaban en su sordera y no la ayudaban a socializar, ni atendían su parálisis cerebral; de ahí que a ella también le preocupe qué pase con el Andrea Jiménez.