El antiguo templo de san Pablo Apóstol, en Heredia, reabrió sus puertas en junio, luego de permanecer cerrado por los daños estructurales que sufrió durante el terremoto de Sámara del 5 de setiembre del 2012.
“Cuando abrimos de nuevo la gente estaba feliz, se abrazaban a las columnas y otros sonaban las campanas. Aquí, si abrimos la puerta, se nos llena. El pableño ama esta iglesia, gracias a Dios, por eso hemos logrado hacer alguito (las obras). La mayoría de ellos ha celebrado aquí unos quince años, un matrimonio, un bautizo y, en nuestro caso, las consagraciones”, dijo Liribet Torres, religiosa de las hermanas misioneras de La Asunción, quienes ahora están a cargo del templo.
No obstante la restauración no fue jugando, ya que la antigua estructura de adobe, que data de 1863, se vio afectada por el sismo que agrietó las columnas internas, principal sostén de la cubierta del templo. A raíz de esto, la tarea más urgente era realizar un reforzamiento estructural a estas columnas, así como incluir vigas (porque todo el techo estaba sin vigas), que ayudaran a soportar la carga, sin tocar sus viejas paredes de adobe.
Para conseguirlo se tuvieron que realizar bingos, rifas y ventas. La tarea que emprendió la Comisión Pro-restauración en colaboración con las religiosas, no fue jugando.
Primero empezaron haciendo bingos, ventas de “cachivaches”, así como de pan casero y tamales hechos por las monjas; pero pronto entendieron que así tardaría mucho para reunir los ¢102 millones que costó la restauración.
Así que la rifa de un automóvil y conseguir donaciones más carnuditas les dieron el último empujón para lograr financiar el reforzamiento que necesitaba el templo. Además, se logró cambiar la instalación eléctrica y ponerle alarmas contra incendio para dejarlo más protegido. Por dicha la pintura fue una donación.
El templó conserva su pila bautismal original de piedra, la cual está ubicada a la entrada, según se acostumbraba en el siglo XIX. Además, los Caballeros del Santo Sepulcro están muy felices porque hace unos días recuperaron la imagen del Cristo Yacente y la cual ya descansa a la entrada de la iglesia, al lado contrario de la pila bautismal. Las campanas también son originales, una data de 1861 y la más pequeña de 1888.
Su altar tiene una piedra ara incrustada. Esta piedra, que anteriormente era ubicada en el altar de los templos y sobre la que se posaba el cáliz en la eucaristía, está hecha con reliquias de santos mártires, en este caso: Celestino y Agapito.
El templo fue declarado patrimonio histórico-arquitectónico en febrero de 2002.
“Constituye un valioso documento arquitectónico como testimonio de la utilización de la técnica constructiva del adobe, hoy día en desuso”, dice el decreto.
Además, el pintor extranjero J. M. Monfort, contratado para trabajar en el Teatro Nacional de Costa Rica, y que se quedó viviendo en San Pablo, fue quien realizó las decoraciones del cielorraso, las que concluyó en 1920.
Queda pendiente mejorar las aceras y los jardines de los alrededores, hacer una rampa de entrada y colocar una verja, dotar al templo de un equipo de sonido, cambiar los vitrales y darle el acabado marmoleado a las columnas que fueron intervenidas, pero por ahora los pableños están felices de la vida con su templo.