Óscar Arias, presidente de Costa Rica en los periodos 1986-1990 y 2006-2010 está muy afectado por las manifestaciones que se están dando en Nicaragua, donde hasta el momento se contabilizan 12 muertos y cerca de 400 heridos.
El descontento surge luego de que el gobierno decidiera aumentar la cuota patronal y laboral, esto quiere decir que los trabajadores de ese país deberán cotizar más, pero recibirán menos dinero cuando se jubilen. Además, los que ya están pensionados van a tener que cotizar.
Arias, quien en 1987 participó en el proceso de paz de Nicaragua y Centroamérica, países que se desangraban por conflictos armados, es una voz autorizada para hablar de este tema, ya su participación ayudó a resolver esas disputas, razón por la que ganó el premio Nobel de la Paz ese año.
Por esa razón en La Teja llamamos al exmandatario, quien dijo que, de ser necesario, hablaría con Daniel Ortega, presidente nicaragüense, para frenar la ola de violencia que está atacando al hermano país.
- ¿Qué sensación le deja esto que está pasando en Nicaragua?
Me duele mucho lo que está pasando porque hay muertos, hay heridos y porque la forma en que ha actuado la policía antidisturbios y el ejército ha sido la propia de regímenes donde no se respetan los derechos humanos.
- ¿Considera que Daniel Ortega ha hecho las cosas mal?
En Nicaragua desde hace ya muchos años se ha ido constituyendo un régimen cada día más autoritario. Es uno de esos países, que no es único en América Latina, donde un gobernante adquiere el poder por medio de elecciones y después se perpetúa mediante elecciones amañadas.
- ¿Similar a Venezuela?
Eso es lo que hemos visto en muchos otros países y el mejor ejemplo es la Venezuela reciente, que dejó de ser una democracia y ya se convirtió en una dictadura.
- ¿Cree que Daniel Ortega se convirtió en el Nicolás Maduro de Centroamérica?
En Nicaragua no se habla de que se vive en una dictadura, pero lo cierto es que Daniel Ortega acabó con la oposición y, como usted me ha escuchado durante muchos años, el deber primordial de un demócrata es crear una oposición, si es que no la tiene, y en Nicaragua se ha hecho todo lo contrario.
Es un régimen donde están coartadas muchas libertades individuales para el pueblo y está muy lejos de ser una democracia como nosotros los costarricenses la entendemos, sobre todo donde hay una prensa que puede denunciar, sin ningún tipo de censura y que puede criticar sin ningún temor al gobierno.
- ¿Siente que se le ha ido la mano a Ortega en su afán de reprimir a los manifestantes?
La verdad es que la policía antidisturbios y el ejército han actuado de una manera en la que no se puede actuar en una democracia.
- Ya hay varios muertos, ¿hablaría con Daniel Ortega para parar esta masacre?
Sí, pero la pregunta que usted me hace es muy hipotética porque no me lo van a pedir.
- ¿Pero si se lo piden?
Ningún latinoamericano puede negarse a hacer algo para evitar la violencia y ayudar a que la calma regrese a territorio nicaragüense.
- Eso quiere decir que usted estaría en la disposición de levantar el teléfono para dialogar con él…
Hablaría con Daniel Ortega para acabar con esto. Yo estaría en la mejor disposición de hablar con él y de hacer cualquier cosa para acabar con la violencia y la represión que se ha dado.
- A pesar de las críticas que él le ha lanzado a usted, ¿estaría dispuesto a olvidar eso para llegar a la paz?
Tenemos nuestras diferencias, tenemos pensamientos e ideologías distintas, pero eso no quita que no podamos conversar de un tema tan delicado.
- ¿Qué consejo le daría en caso de que hablen?
Mi consejo sería que dialogue con la gente. Lo que pasa es que ahí no hay un partido de oposición que se pueda enfrentar al sandinismo.
- ¿Cree que podría ocurrir algo peor de no llegar al diálogo?
Ojalá (el diálogo) se haga lo antes posible porque de otra manera esto va a continuar y vamos a lamentar muchas muertes más de gente inocente.
- ¿Tiene alguna semejanza el proceso de paz en el que usted intervino por Nicaragua en 1987 a esto que está ocurriendo hoy?
No hay ninguna semejanza, en aquel tiempo había dos potencias que estaban peleando una guerra por medio de intermediarios en Centroamérica. En el caso de Nicaragua, el Gobierno recibía el apoyo de la Unión Soviética y los contras recibían apoyo de Estados Unidos. Esto es solo la insatisfacción de la gente que se ha ido acumulando contra un régimen cada día más autoritario.
- Aunque no hay ninguna similitud, ¿esa experiencia podría ayudar a llegar a un diálogo?
El plan de paz de 1987 nos enseñó que dialogando uno se puede entender, así que yo lo que creo es que el Gobierno de Nicaragua debe tener un puente para conversar con los líderes que están encabezando la insatisfacción.
- Por último, ¿qué mensaje le da al pueblo nicaragüense que está sufriendo mucho con esta situación?
Pienso que el primer paso lo tiene que dar el Gobierno siendo más tolerante con las manifestaciones de insatisfacción de la gente, sobre todo de la juventud y luego tratar de entablar un diálogo.