¿Cuántos de los gatazos que además de protestar contra el plan fiscal, complementándolo con vandalismo, como ocurrió ayer al forzar la suspensión de operaciones en el Hospital San Juan de Dios, habrán vivido la crisis de los años 80 durante el gobierno de Rodrigo Carazo (1978-1982)?
No quiero volver a vivir ese triste momento, mucho menos que lo vivan mis hijos, y jamás pensar en que ellos se conviertan en una generación perdida, como ocurrió con niños y jóvenes que tuvieron que dejar las aulas para ayudar al sustento del hogar.
Debíamos gastar horas en las filas para comprar productos básicos debido a la escasez en las pulperías y los estancos, locales manejados por el Consejo Nacional de Producción (CNP).
Y lo peor era que esas largas filas no garantizaban conseguir arroz, frijoles, manteca, por lo que las familias optaron por intercambiar alimentos. Y además había racionamiento, es decir, a cada familia le vendían, por ejemplo, medio kilo de frijoles como máximo.
En las bombas las filas también eran gigantes para conseguir gasolina o diésel.
Si quieren entender bien de qué hablo, lean sobre lo que ocurre hoy en Venezuela y Argentina, así era la Costa Rica de los años 80 y no debemos volver a repetirlo.
En aquél momento el Lic. Oscar Barahona Streber, coordinador del Consejo Económico, advirtió: “Existe un déficit fiscal de unos dos mil millones, el colón vale cada vez menos y la inflación de origen interno se acelera, el endeudamiento público ha sido desmesurado”.
El entonces contralor Rafael Angel Chinchilla llevaba sus advertencias a la Asamblea Legislativa sobre la “crisis fiscal”. Justo las advertencias que nos hacen hoy y las cuales unos cuantos pelagatos no quieren escuchar para llevarnos a todos al abismo.