Un regalazo de Navidad, por aire, llegará esta noche procedente del norte. No lo trajo Santa Claus, pero es como si lo enviara.
Sin embargo, yo prefiero creer que el Niñito Dios escuchó los ruegos y respondió para que este jueves, vísperas de Navidad y a pocas horas de su cumpleaños, los primeros costarricenses empezarán a ser vacunados contra el covid-19.
Es para celebrar, es para agradecer, pero volviendo al verdadero significado de esta fecha como lo es compartiendo en familia, en burbuja, porque a pesar del respiro que significan estos primeros pasos de la vacunación, nunca nuestro país ni el mundo han vivido una Navidad tan triste.
En Estados Unidos, por ejemplo, donde el famoso Santa Claus tradicionalmente aparece por todo lado, este año brillará por su ausencia de forma presencial en diversas actividades en las que era infaltable.
Uno de lo motivos es que el gordo de traje rojo pertenece a la población de alto riesgo ante el virus. Santa mejor se aisló en el Polo Norte.
“No me tomo a broma la pandemia”, dice a la AFP Joe Harkins, un Santa de Nueva Jersey de 87 años. “No voy a arriesgar la vida por un acontecimiento público o familiar. Es demasiado peligroso”.
Su ausencia, la noche de este jueves 24 de diciembre, se une a una Navidad sin vuelos comerciales, sin turismo, con toques de queda en muchos países, con millones de personas sin trabajo, con otros millones llorando por despedidas sin abrazos del pariente que se llevó el coronavirus.
Más de dos mil familias en Costa Rica hoy están desgarradas a causa del mortal virus. La noche de mañana buscarán consuelo en el Niño Jesús.