Entre los que peinamos canas todavía es común decir haga la lista del Niño cuando necesitamos varias cosas ya sea para remodelar la casa, la oficina, emprender un proyecto, o hacerle una serie de arreglos al carro.
Ese es un hábito que nos quedó de aquél lejano recuerdo de cuando carajillos, llenos de ilusión e inocencia, le hacíamos la carta al Niñito Dios sobre los regalos que queríamos que nos trajera en Navidad. Era un derecho especial que teníamos si, según nosotros, nos habíamos portado bien todo el año, aunque ese buen comportamiento hubiese sido solo unos cuantos días entre noviembre y diciembre.
Este miércoles La Teja me sorprendió con la carta que un chiquito, identificado como Sebastián, y quien se define “como el mejor niño de todo el mundo”, y eso no lo dudo.
La carta de Sebas, como la inmensa mayoría de las escritas por los niños de hoy, no iba dirigida al Niñito Dios, sino a Santa Claus y con destino al Polo Norte.
¿Y el verdadero sentido de la Navidad?, ¿y el nacimiento del Niñito en Belén, en un humilde pesebre entre la mula y el buey? ¿Acaso no es esa la razón de la Navidad?
La realidad es que Colacho le gana con creces al Niñito, así de simple. Esa poderosa máquina comercial llamada Santa Claus fue inventada por la Coca Cola en 1931 basados en la historia de San Nicolás, un obispo turco del siglo IV y quien amaba a los niños.
El Santa gordo y panzón no eran “atributos” que tenía el religioso turco, pero eso no le impidió el éxito. La Navidad es fiesta y luz porque celebramos el cumpleaños de Jesús... al que hoy Santa Claus le lleva los regalos, según la lógica que impera en estos días.