“Es caliente, desde el momento que uno se lo pone ya empieza a sudar. Gracias a Dios las ambulancias en las que viajamos son de la Caja y nos ponen el aire acondicionado”, detalla Jennifer Campos, una de las valientes que batalla contra el covid-19 desde hace 15 meses.
Ella es auxiliar de enfermería del hospital de Golfito, y debe vestir un incómodo traje de protección, durante horas, para los largos traslados de pacientes hacia la capital.
Jennifer, para evitar que le den ganas de orinar, porque el traje no se lo puede estar quitando, apenas le avisan de un traslado deja de tomar líquidos y no come. Cuenta que algunas compañeras “se ponen un pañal porque son de las que van mucho al baño”.
Sergio Alvarado, enfermero del Ceaco, traslada pacientes críticos. Su grupo lleva más de 300 misiones aéreas y más de 300 mil kilómetros por tierra.
“La gran cantidad de horas que se pasa con los trajes es muy demandante y (estamos) expuestos a un calor extenuante y a humedad”, explicó.
A ese solidario ejército de costarricenses del área de la Salud, cuerpos de socorro, policiales, a las más de 4 mil familias enlutadas y a los que luchan por sus vidas, usted Pedro Muñoz los irrespeta al no usar la mascarilla ni mantener el distanciamiento social en esta desgarradora batalla.
Con esa lamentable prepotencia, al mejor estilo del presidente brasileño Jair Bolsonaro, no sé como tiene cara para pedir votos para la convención del PUSC del próximo domingo.
Si de esa forma “ayuda” a combatir el reto más serio del país en su historia moderna, posiblemente con esa misma “responsabilidad” atacaría los duros retos pospandemia si es que llegara a la presidencia.