El Obispo Emérito de Cartago, Monseñor José Francisco Ulloa, está molesto con las autoridades porque dice que de golpe o como él llama “de facto” los fieles, entre los que me incluyo, nos quedamos sin la romería hacia la casa de la Negrita para celebrar su aparición un 2 de agosto.
Con dejo de dolor recuerda: “Yo sufrí esa suspensión en el 2009”. Ese año fue a raíz del virus A H1N1 y el chicharrón le tocó a la entonces Ministra de Salud, María Luisa Ávila. Y Ulloa, quien sigue activo, recuerda que Ávila canceló la romería, “pero no así otros eventos masivos, lo que yo le reclamé públicamente”.
No dudo que el dolor de Ulloa es el mismo que embarga a miles de católicos en nuestro país y sobre todo a los devotos a La Negrita, sin embargo, él como líder de opinión y como pastor de la Iglesia Católica, debería reflexionar y ser más coherente con la situación y el peligro que representa el COVID-19 que no respeta ni a las grandes potencias mundiales ni a las religiones, llámense judíos, musulmanes, católicos, protestantes.
La Virgen de los Ángeles, en vuelos realizados durante dos fines de semana, ha mandado sus bendiciones sobre este pueblo que le es fiel y esa procesión del 2 de agosto es mejor que cada uno de nosotros la lleve por dentro.
En las decisiones difíciles que ha tomado este gobierno, de forma responsable para combatir la pandemia, todos hemos salido rascando, trabajadores, empresarios, el turismo, exportadores, y también la religión ha tenido que poner su cuota. Aquí no hay persecución, lo que debe haber es unión como pueblo de Dios y usted Monseñor tiene una gran responsabilidad en que eso ocurra. Amén.