El padre Adrián, de una iglesia de Desampa, sacudió a los fieles con un mensaje que les envió por WhatsApp y uno de los indigados feligreses lo denunció en el Facebook de La Teja.
El mensaje del sacerdote decía: “El COVID está en el ambiente, todos los sabemos y como siempre digo ¡Les tengo 2 excelentes noticias! 1) Posiblemente usted y yo tengamos COVID. 2)Todos vamos a tenerlo o ya lo tuvimos y ni cuenta nos dimos. Nos meten miedo para someternos a un individuo, comunidad y a una nación entera, noticias sensacionalistas, elaboradas para generar pánico y terror.
En resumen, para el religioso el coronavirus es un invento. La Teja intentó llegarle a ese sacerdote y encontró que no solo es falso lo que predica sino que el sacerdote tampoco existe. Todo es mentira, falso, es otro jeterazo más en la pandemia de la desinformación.
Mientras algún delincuente gasta tiempo y esfuerzo para sembrar incertidumbre, médicos, enfermeras y personal de apoyo dedican su tiempo a combatir los efectos de la pandemia con riesgo para sus vidas. En las sobrepobladas unidades de cuidados intensivos y en las salas de recuperación, cientos de costarricenses luchan por salir adelante y sus familias viven angustiados por saber si volverán a verlos.
Los difusores de falsas noticias no reconocen límites ni se preocupan por las consecuencias de sus acciones, pero la desinformación en materia de salud está entre las más condenables manifestaciones de esta plaga.
El país debe establecer castigos ejemplarizantes. Si las penas actuales no alcanzan, los diputados deberían ver como los amplían y las fuerzas policiales deben atacar estos delitos.