Leiner Vargas, catedrático de la UNA, nos da una soberana bofetada que nos llena de vergüenza.
Ya es hora de que el presidente Carlos Alvarado sacuda las bases del CNP. Es una barbaridad la impresionante diferencia de plata que a esta institución le pagan por el frijol las escuelas, cárceles, hospitales, Fuerza Pública y Cen-Cinái, en relación con lo que se le paga al humilde agricultor.
Vargas hizo un estudio, que se debería llamar la vergonzosa ruta del frijol, que va desde el agricultor que dobla la espalda, de sol a sol, hasta que el grano se convierte en un almuercito para los escolares en los comedores.
En esta ruta del frijol, en el medio están los intermediarios constituidos en asociaciones y el CNP.
La plata que se diluye en el Programa de Abastecimiento Institucional (PAI, del CNP), serviría para pagarle un mejor precio a los campesinos y llevar más platos, miles más, a los comedores.
El estuido de Leiner Vargas concluye que el CNP vende los frijoles a las instituciones públicas a un precio hasta 96% más caro del monto que reciben los pequeños productores.
Son esas organizaciones las que les compran las cosechas a los frijoleros y las venden hasta un 54% más caras al CNP. La entidad añade otro margen para sostener su operación y el precio termina duplicándose.
Un ejemplo, asociaciones que agrupan a frijoleros de la zona norte les pagan ¢32.666, en promedio, a cada productor por el quintal (46 kilos) de frijol rojo. Después, estas asociaciones le venden ese quintal al CNP un 2% más caro, en ¢33.250.
Sin embargo, el Consejo les vende los frijoles a las instituciones públicas a ¢64.000 el quintal. Todo está cocinado.