La inquieta rata de metal entró dando guerra desde el pasado sábado 25 de enero, fecha de ingreso del Año Nuevo chino, y cuya influencia se prolongará hasta el 11 de febrero del 2021. En Asia es una locura porque las vibras del roedor son más que apreciadas y porque su anterior versión de metal se dio hace rato, en 1960.
Los chinos también tienen las versiones de la rata de madera, fuego, tierra y agua, esta última tuvo sus años en 1912, 1972, para no irme muy atrás y el próximo año de la rata de agua será en el 2032.
Desafortunadamente en este lado del mundo, y particularmente en Tiquicia, la influencia de la rata, o más bien de las ratas, se da prácticamente todos los años y en diversos campos. Y en lugar de la versión de la rata de agua, tenemos la peor, la rata de caño.
Más allá de las ratas comunes, que están en el nivel más bajo de la delincuencia, como carteristas, crackerillos, están las ratas de caño en todos los estratos, son esas que nos pelan el diente mientras nos meten el puñal por la espalda. Algunos son familiares, otros compañeros de trabajo, de estudio, en cualquier parte aparecen, en especial en el fútbol y en los más altos puestos. Son vulgares, amenazantes, prepotentes, soeces, creen que el dinero lo es todo.
Sin embargo el calificativo es injusto para las misma ratas, porque uno de los descubrimientos más recientes de los científicos revela que estos roedores son capaces de recordar actos de amabilidad de sus similares y devolverles el favor.
El hallazgo lo realizaron investigadores de la Universidad de Berna, en Suiza, quienes durante un experimento notaron que las ratas se portaron mejor con los miembros de su grupo que las ayudaron.
Hasta en eso son mejores que los humanos, de allí el viejo refrán que dice: “dime que favor te he hecho para que me trates así”, que resalta lo desagradecidas que son muchísimas ratas de dos patas con quienes les tendieron la mano.