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Me pongo en los zapatos de doña Karla Cascante Benavides y me imagino la clase de frustración e indignación que puede estar sintiendo.
Si el funcionario de la Caja del Seguro que atendió su llamada hubiera hecho la tarea como Dios manda, si de verdad se hubiera interesado en el problema que doña Karla denunciaba, hoy sería un héroe y no un negligente.
Catorce días tuvo la Caja, si le hubieran dado pelota a esta vecina de Santa Ana, de 42 años, para haber reaccionado al ataque cibernético que hoy sacude a la institución y afecta a miles de asegurados.
O al menos los daños se hubieran minimizado. Doña Karla, quien sí estaba pellizcada encontró información en su Expediente Digital Único en Salud (EDUS) que no tenía sentido y lo comunicó a la institución el martes 17 de mayo, 14 dias (dos semanas) antes de que la Caja informara sobre el ataque.
El EDUS, en su celular, decía que padeció ántrax, que perdió los dientes en un accidente y que nació sin un brazo. Nada que ver.
Doña Karla hizo capturas de pantalla llamó a la institución aseguradora y advirtió que podría ser un hackeo de EDUS, pero fue como oír llover.
Solo le dijeron que enviara un correo con los pantallazos.
Ojalá que las autoridades de la Caja, y en especial a su presidente ejecutivo, Alvaro Ramos, quien llegó con una mentalidad fresca y humanitaria, le entren con los tacos de frente a esta actitud indolente de quien haya recibido la queja.
Doña Karla sí pudo detectar que el asunto podía tratarse de un hackeo grave pero el funcionario, con pereza mental, no la vio venir.
Así como hay excelentes funcionarios en la Caja, hay otros que hacen muchísimo, como efectivamente hoy lo estamos viendo.
