La Aumentadora de los Servicios Públicos (Aresep), fiel a su estilo de que sea al perro flaco al que se le peguen las pulgas, suspendió la rebaja nacional en las tarifas de bus que ayudaría a las personas más humildes, a los pulseadores que andan en bus.
Así lo hizo para cuidar los bolsillos de los empresarios del transporte, a esos a los que la plata no les alcanza.
Este mes, los pasajeros iban a tener una reducción en los pasajes, como lo determinó la metodología de ajuste extraordinario que Aresep aplica dos veces al año.
De 3.837 tarifas vigentes, a 3.062 (80%) se les debían reducir de ¢5 a ¢50 en favor de los pasajeros. A otras 538 (14%), entre ¢55 y ¢100, y a 139 (3,62%) más de ¢105 y hasta ¢200. Además, había 83 tarifas que debían reducirse entre ¢205 y ¢350, mientras 15 pasajes verían caídas de entre ¢355 y ¢425. Las rebajas se harían sentir.
Sin embargo, esos montos quedaron congelados hasta nuevo aviso. O sea...
El intendente de Transportes, Édward Araya Rodríguez, quien obviamente se moviliza en un buen chuzo, frenó la rebaja “hasta tanto las condiciones actuales muestren un cambio positivo”.
Lo dice en referencia a los efectos de la pandemia en los ingresos de los empresarios maltrataditos por la pandemia. Y eso que el Banco Central indica que los autobuseros recibieron préstamos en condiciones muy favorables para afrontar la pandemia.
De los ¢702.000 millones entregados a las entidades financieras para que los prestaran a clientes afectados por la crisis, ¢32.200 millones los recibieron empresas del sector transporte, en su mayoría autobuseros. Así o más alcahuetería.