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Para las próximas elecciones presidenciales, febrero 2022, debemos exigirles a los candidatos que informen, con lujo de detalles, quiénes serán los aspirantes a diputados de sus partidos, al menos los primeros cinco lugares por provincia.
Los actuales legisladores, que comenzaron bien, están haciendo la de las vacas cuando ya van de salida. A los peligrosos presuntos ligámenes de algunos con el narco hay que sumar la prepotencia y el desconocimiento, en casi todo, de otros.
En julio del 2019 la fiscal general, Emilia Navas, tuvo que plantarse ante la Comisión de Seguridad y Narcotráfico, donde (¡oh vueltas de la vida!) fue interpelada por el diputado Gustavo Viales.
Esta semana le tocó la mala experiencia al ministro de Salud, Daniel Salas, a quien ya habían dejado plantado. El lunes Salas tuvo que sacar su carácter para sosegar las imprudencias del diputado Wálter Muñoz.
En la misma comparecencia puso en su lugar, por el incorrecto uso de la mascarilla, a Erick Rodríguez, el que había hecho imprudentes comentarios cuando el papá de Salas se contagió de covid-19.
Para hacer una pregunta punzante no se necesita gritar ni hacer gestos violentos. Si la pregunta está bien sustentada, ella por sí misma es un dardo y sin siquiera subir los decibeles más allá de lo prudente.
No contentos con el ridículo del lunes, ahora los legisladores tienen en la mira a la farmacéutica Pfizer, que calificó de “irresponsable, injusta e injuriosa” la insinuación respecto a las cláusulas y la confidencialidad de sus contratos para la venta de seis millones de vacunas al país.
Su buena dosis de ubicatex es lo que necesitan.
