Una auditoría echó al agua a 50 empleados de Acueductos y Alcantarillados que habían estado cobrando viáticos que no les correspondían.
Hay uno que alterando sus horarios verdaderos de salidas y de regresos para hacer hacer trabajo de campo, se habría echado a la bolsa al menos ¢250.000, otro agarró ¢180.000 y uno más ¢164.000. Los pagos indebidos son de varios millones de colones; plata que es de todos los costarricenses.
El GPS de los carros que usaban y un sistema de los propios vehículos permitió ver que, en muchas ocasiones, habían falseado datos para cobrar plata de desayunos o de almuerzos que no les tocaban.
A menudo, cuando se habla de corrupción, muchas personas ven únicamente hacia arriba, es decir, señalan a quienes gobiernan u ocupan puestos altos en la administración del Estado de ser los únicos que padecen ese mal.
En eso se equivocan porque, como vemos con este caso como ejemplo, las jugarretas para quedarse con plata u otros bienes ajenos afecta por igual arriba que abajo.
La corrupción no es robar mucho, es robar y punto. Quien se adueña de 164.000 es tan delincuente como el que se lleva millones.
La noticia de esta fuga de millones llega solo dos días después de que el OIJ informara que dos de sus agentes se habían pasado al lado de la delincuencia y le ayudaban a una banda de narcotraficantes que distribuía drogas tanto en el país como en el extranjero.
El AyA, que es una institución clave en el bienestar de los ciudadanos, debe proceder con los empleados corruptos como el país merece y reclama. Debe hacer una investigación profunda y seria y llevar a los tribunales a todos los funcionarios cuyo proceder, con base en pruebas, quede demostrado como inaceptable.