Escolares y colegiales, maestros, profesores, directores, supervisores, en fin, los involucrados en el proceso educativo tienen plazos para entregar sus tareas o informes de acuerdo al rol que desempeñen en esta cadena de enseñanza-aprendizaje.
Si no se cumplen esas obligaciones, los alumnos podrían perder el curso, los docentes y admistrativos podrían recibir sanciones o malas notas de desempeño.
Pero cuando se trata de los jerarcas del MEP no pasa nada.
Después de cinco meses del trauma que vivieron los escolares cuando que se aplicó el indignante cuestionario de Factores Asociados como parte de las pruebas FARO y a pocos días de que se acabe este gobierno, el MEP sigue sin determinar si le entrará al asunto como Dios manda.
Recordemos que tatas y maestros explotaron porque en el último día de las pruebas FARO, en noviembre pasado, se aplicó a los escolares de quinto grado un cuestionario que exigía más de 600 respuestas.
Muchos niños pasaron de 9 a. m. a 2 p. m. sentados, con mascarilla, llenando preguntas, de tipo personal y familiar (que nada le importan al MEP); sin poder comer durante ese tiempo. Algunos terminaron con ampollas en los dedos.
A pesar de estas circunstancias, que generaron críticas de todo lado y motivaron la apertura de una causa judicial y una pesquisa en una comisión legislativa, el caso permanece en investigación preliminar, o sea como empezando, y bajo estricto secreto.
Esperemos que Katharina Müller, futura ministra, le entre con los tacos de frente al asunto y haga en unas semanas lo que el ministro Steven González dejó de hacer y cruza los dedos para que llegue el 8 de mayo.