Son curiosos los giros de la vida, y esta pandemia del covid-19 nos está llenando de lecciones y de todo tipo.
Hemos visto a las personas solidarias más humanas aún, hemos sido testigos de como la creatividad ha surgido en personas que posiblemente no creían que eran capaces de muchas de las cosas que están haciendo, los que se creían imprescindibles en sus trabajos o no los valoraban y ahora suplican por una oportunidad en lo que sea, la lista puede seguir.
Y si hablamos de ganadores y perdedores, pues lógicamente estos últimos superan a los primeros. Pero hay un grupo de ganadores que me sorprendió y me alegró montones.
Me refiero a los 135 indigentes, muchos de ellos en el camino de la recuperación, internados en el BN Arena de Hatillo. Allí compiten día a día por superarse, la pandemia ha sido una bendición, al punto de que algunos hablan de “San covid”.
Ellos lograron obtener atención cuando se les señaló como uno de los grupos de mayor riesgo de contraer la enfermedad, o como transmisores de la misma.
Eduardo Barrantes, portero que estuvo en procesos de selecciones nacionales y jugó en segunda división con solo 17 años, lo resume muy bien: “Nosotros aquí decimos cuando llueve: ‘Padre, ¿dónde estuviéramos si no fuera por este techo?’ Ya no tenemos que andar corriendo detrás de los carros que regalan comida, o hacer fila para recoger una ficha y ver si entrábamos al centro dormitorio esa noche.
“Ahora nos dan una ficha para el desayuno, el almuerzo, el café, la cena, y hasta un postre, como un chocolate, un té o un atol. Me baño hasta dos veces al día, salgo a correr en las mañanas, hago ejercicios, pesas. Tenemos terapista físico, doctor, es un lujo”, reconoce agradecido e ilusionado de volver al deporte entrenando porteros en ligas menores.
En la Ciudad Deportiva de Hatillo desde que llegó el virus se escriben historias de éxito gracias al albergue Somos Uno, proyecto de la Comisión Nacional de Emergencias; la Fundación Lloverá y la Municipalidad de San José.