Nadie nace aprendido, decían nuestros abuelos cuando de forma amorosa querían suavizar que nos habíamos jalado una torta o cometido un error.
Sin embargo, ya sea en mayor o menor grado, a todos nos da temor equivocarnos, pero hoy cómo me encantaría equivocarme en la guerra contra el COVID-19. Y es que a pesar de los enormes esfuerzos y grandes decisiones que han tomado nuestras autoridades, creo que el asunto se pondrá color de hormiga en el aspecto de salud, porque ya económicamente nos llevó candanga.
Aunque siempre hemos rajado con nuestro ejército de estudiantes, y la inversión en educación es de gran ayuda frente al coronavirus, pero es insuficiente.
La inversión del MEP, para que cerca de un millón de estudiantes vayan a las aulas, sin contar universitarios, es insuficiente en esta pandemia porque saber leer, escribir, sumar, restar, es decir, tener conocimiento no necesariamente significa ser educado.
Y en esta guerra son tan importantes el conocimiento como los buenos modales, y de ahí que el aislamiento es la mejor medicina, sin embargo, como no todo el mundo está guardado el respeto al espacio del otro es vital y en ese punto estamos quedando.
En los buses la separación entre pasajeros es inexistente, en las filas para montarse al bus, o para entrar a cualquier lugar hay un total irrespeto a la distancia mínima del metro ochenta, e incluso no falta el que mete conversación aunque el otro no lo conozca, y le responda con monosílabos en clara señal de que no quiere hablar. Estos son apenas unos ejemplos.
Deseo equivocarme pero ya sumamos 626 contagiados y 4 fallecidos.