Quienes manejan el CNP deberían enfrentar la crisis económica del país porque son genios para hacer plata.
Lamentablemente estos funcionarios lo que hacen es golpear el Programa de Abastecimiento Institucional (PAI) que atiende los comedores escolares.
El CNP compró 112.000 quintales de frijoles en el 2020, pero, según el propio CNP, la cosecha fue de 72.000 quintales. La cuenta no cuadra, sobre todo si el Consejo dice ser el comprador de la mitad de la producción (36.000 quintales). Para llegar a los 112.000 faltan otros 76.000. La diferencia, dice un estudio de la Universidad Nacional, debe ser frijol importado de Nicaragua y Estados Unidos.
Eso sí, las instituciones públicas obligadas a comprar alimentos al CNP pagan ¢1.300 por la bolsa de 800 gramos cuando podrían conseguirla en ¢834 en la pulpe del barrio. Así se esfuman ¢464 de la plata de los ticos por cada bolsa de frijol. La diferencia de precio es tanta y el producto tan barato en el extranjero que el negocio resulta brillante. Son frijoles de oro
Las distorsiones de los márgenes de ganancia ofrecidos por el CNP, en otros productos, crean un sinfín de oportunidades. Los ¢1.950 cobrados por 15 huevos (menos de un kilo) justificarían, perfectamente, comprarlos en el súper a ¢700 el kilo para venderlos al CNP a 15 por ¢1.741. La diferencia hasta llegar a ¢1.950 se la deja el CNP.
Si la lucha contra la pobreza es real, se impone reconocer el impacto del CNP en los presupuestos de programas como los comedores escolares para estudiantes de bajos recursos. Durante la pandemia, a los niños se les entregaron paquetes de alimentos en el hogar, pero 27.254 solicitudes no fueron atendidas por falta de plata.