Geovanni Vargas Baltodano, un guanacasteco de nacimiento, ahora vive en la ciudad de Boston, en Estados Unidos, en donde comenzó un emprendimiento muy lleno de luz neón.
Este nicoyano de la pura cepa nació en el barrio La Cananga, muy cerquita del estadio Chorotega. Le tocó subírsele en los lomos a un ternero para que se fuera formando como montador, pero a medio camino se fue a San José.
Aquella infancia guanacasteca fue entre grandes llanuras, pozas sabrosas, muy calientes mejengas y diversión las 24 horas.
Recuerda que esos partidos de fútbol eran bien buenos porque le tocó enfrentarse contra algunos que años después llegaron a la primera división, como el fallecido portero Lester Morgan, Kenneth Baltodano, Carlos “Chucho” Rodríguez, entre otros. Todos eran compañeros de colegio.
A los 16 años de edad dejó Nicoya para estudiar Ingeniería Civil en San José y ahí vivió hasta los 30 años. Justo en el 2007 decidió pegar el gran salto e irse a la Yunai en busca del muy conocido y anhelado sueño americano. Ahorita tiene 47 años.
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Engañado
Tomó la decisión probar en Estados Unidos porque le ofrecieron un supertrabajo con un sueldazo, pero al llegar a Gringolandia se dio cuenta rápido que la realidad era otra, que lo engañaron y le tocó arrancar de cero.
“Creo que todos salimos con el gran sueño de hacer dinero, de lograr una mejor vida, mandarle platica todas las semanas a la familia, construir casas en Costa Rica para alquilarlas, pero la realidad es muy diferente, es totalmente otra cosa.
“Salí de Costa Rica con esposa y tres hijas, por eso no pude darme el lujo de llorar cuando entendí que me habían engañado, había que comer y para eso urgía de trabajo bien rápido. Hubo momentos muy duros que ahora considero aprendizajes, pero en su momento la cuesta era muy complicada”, recordó el nicoyano.
Emprender en casa ajena
Después de trabajar haciendo de todo y en lo que se pudiera, logró un par de trabajo bien bonitos que le ayudaron mucho en lo económico. Actualmente decidió emprender con un negocito al que le puso RG Design, que hace rótulos en neón.
“Después de tener un tiempo viviendo en Boston me di cuenta que la gran mayoría de negocios no tienen rótulos iluminados como en Costa Rica y gran parte de Latinoamérica. Fue ahí donde consideré que había una gran oportunidad de negocio y me decidí a emprender.
“La empresita ya tiene como dos años y no me quejo. Al emprender sí logré confirmar que en Boston la gran ausente en los negocios es la publicidad. Recordemos que Boston es una ciudad muy antigua y muy conservadora. Los negocios lo único que tienen es un letrerito que dice ‘Abierto’, pero nada más y es ahí donde entra este tico con su emprendimiento”, aseguró.
Iluminar
Como en esa ciudad norteamericana usted se puede topar en 100 metros un montón de negocios con cartelito de “Abierto” y nada más, pero que no explican qué venden, el nicoyano, con buena malicia indígena, motivó a esos negocios a poner un rótulo de neón que, durante el día, con lindos colores informa sobre el tipo de negocio y en las noches mantiene su objetivo, además de iluminar.
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“Fui de los primeros en esta ciudad que promovió rótulos que identifiquen un restaurante, una panadería, una barbería… Recuerde que soy nicoyano, o sea, soy mañoso, nosotros agarramos los ruedos cuando peleamos. Soy un muy orgulloso nicoyano.
“Vieras que me topé que había una gran necesidad. Es que a los comercios les interesa mostrarse, informar. Es una gran necesidad. Ahora bien, aquí el problema son los precios, la mayoría de mis clientes son latinos en Boston y como buenos latinos nos encanta pedir superdescuentos y llorar por todo”, reconoce.
El regreso
Don Geovanni sueña con volver en algún momento a Costa Rica, a su amada Nicoya a disfrutar de la sabrosa gallina achotada, las tortillas palmeadas y la cuajada, eso sí, tendría una casita nicoyana, pero su hogar base estará en Tibás, bueno, eso le entendimos cuando nos dijo que volvería a vivir permanentemente cerca de la Cueva del Monstruo.
“Como le dije, la gente cree que el sueño americano es fácil, pero cuesta mucho. No digo que vivo mal porque es ser injusto con las bendiciones de Dios, pero hay que trabajar casi que las 24 horas y la vida se te va muy rápido.
“El tico siempre quiere regresar. Creo que no es mi momento. Todavía Costa Rica está muy cara, hay mucha delincuencia y eso preocupa; sin embargo, el regreso sí lo haré en algún momento”, aseguró.