“Queremos una Nicaragua libre. El pueblo nicaragüenses ya está cansado de poner los muertos, los torturados y los presos políticos. Ortega y su esposa, Rosario Murillo, deben irse del poder ya mismo”, exigió la poeta nicaragüense Marcela Torres, quien asegura que en su país es perseguida política y acusada de terrorismo por marchar en las calles de Managua con la bandera nicaragüense, algo que, explica, lo prohibió Ortega.
Marcela fue una de los casi tres mil nicaragüenses que marcharon entre el parque La Merced y la plaza de la Democracia, sobre avenida segunda, en Chepe centro, exigiendo la inmediata salida del poder del actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega.
Diferentes organizaciones de pinoleros que tienen representantes en Tiquicia, como el grupo 19 de Abril de Masaya, los industriales y los agricultores, piden liberación de presos políticos, libertad de prensa, que dejen de matar a quienes piensan diferente al Gobierno y que se pueda vivir en total libertad.
Marcharon también para demostrarle al mundo lo que sufre el pueblo nicaragüense en el exilio y lo que sufre quien sigue viviendo en un país, como dijo Marcela, “en donde hasta respirar da miedo, porque la muerte se la tienen jurada a uno”.
Al ser las 10:35 de la mañana, en la plaza de la Democracia, los manifestantes cantaron el himno de Nicaragua, después, continuaron gritando “¡Fuera Ortega y su esposa! De que se van, se van y Viva Nicaragua”.
El objetivo de la marcha fue ser la voz de todos los nicaragüenses que están en su país sin poder siquiera vestirse de blanco y azul porque los detienen.
Otra de esas voces fue la de Claudia Tenorio.
“Soy activista, tengo amenazas de muerte por parte del Gobierno por el simple hecho de salir a la calle con una bandera de mi patria, soy perseguida política, por eso el 24 de julio del 2018 tuve que venirme a Costa Rica y así salvar mi vida. Espero volver porque Nicaragua ocupa toda la ayuda posible”.
Don Nelson Loría Sandoval, nos asegura que hace un año su hijo Teyler, de 14 meses, murió por un disparo en la cabeza de una bala que salió de las armas del régimen de Daniel Ortega.
“El 23 de junio del 2018, Día del Padre, me lo mataron salvajemente, por eso tuve que huir con mi familia a este país; estamos amenazados de muerte por pensar diferente, por manifestarnos”, dijo.
José Antonio, quien prefirió no decir sus apellidos y vivía en el barrio San Francisco en Managua, también tiene un muerto que llorar, un primo que, asegura, lo mataron por la espalda.
“Estábamos atrincherados durante una protesta y con una AK-47 nos dispararon, nos agarraron de sorpresa y no hubo compasión de nada. Fueron las armas del régimen de Ortega, fue su gente. No sé ni por qué estoy vivo. Tuve que escapar para Costa Rica”, aseguró.
Indiana América Morazán, de 19 años, es representante de los movimientos estudiantiles y gritó con todas sus fuerzas un “¡Fuera Ortega!” Nos dice que apoyó la marcha porque vivió en carne propia lo que es tener un preso político, su papá, don Alfonso José Morazán, quien, asegura Indiana, estuvo en la cárcel ocho meses y la familia no pudo hablar con él en todo ese tiempo, incluso, pensaron que jamás saldría de prisión.
“El dolor de tener un preso político es muy profundo, incluso, vivir ese día a día en el cual se espera todas las mañanas una llamada para confirmar que lo mataron, es una presión mental que no se la desea uno a nadie. Es increíble que en mi país no se pueda andar una bandera en la calle. Nicaragua se merece ser libre, su pueblo lo necesita”, dijo.