Léster Herrera era un niño, cuando su familia decidió dejar su natal Nicaragua para buscar una mejor calidad de vida. Sin embargo, el camino a la felicidad ha estado lleno de obstáculos y, gracias a su tenacidad, los ha superado para convertirse en ejemplo de muchas personas.
Herrera tenía cinco añitos, cuando su abuelo Alberto, su abuela Petrona, su mamá Victoria y su tía Mariluz hicieron maletas, para escapar de los horrores de la guerra. Esta familia vivía en la costa Atlántica de Nicaragua, en la localidad de Bluefields.
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Hoy, Léster tiene 42 años y puede decirse que es una persona plena y realizada.
“Yo estaba muy pequeño cuando nos vinimos de Nicaragua. Yo me acuedo que le tenía miedo a los sandinistas y vivíamos mucha pobreza”, afirmó este vecino de San Juan de Dios de Desamparados.
Emocionado. Léster recordó que el día de la final de Miss Universo, el 18 de noviembre pasado derramó algunas lágrimas, al saber que su compatriota, Sheynnis Palacios fue coronada como la mujer más bella del planeta.
“Estaba en la caseta de seguridad y, por primera, vez me emocioné al ver lo que logró Sheynnis. Me encantó su personalidad, verla segura por la pasarela”, destacó.
Tocó fondo
Léster y su familia se fueron a vivir en Sámara, en Nicoya. Allí compartieron con algunos primos y tíos y lejos de salir de la pobreza comenzó a pasar más necesidades.
“Mi tío era polaco y vivíamos en una casa en donde todos estábamos revueltos. Mi mamá tuvo tres hijos más y recuerdo que ella los tenía que cuidar y también se encargaba de cuidar de mis primos.
“Nunca había trabajado y, de repente, comencé a vender ropa, lavaba taxis, no podía estudiar y veía cómo nos cortaban la luz, el agua y pasé muchas carencias afectivas y abusos, mi tío nos echó de la casa, porque éramos demasiados”, aseguró.
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Léster tomó una decisión radical, cuando tenía 7 años; de un momento a otro y sin saber cómo lo hizo, llegó a San José, tras escapar de su familia porque ya no quería vivir con ellos.
“Viví dos años en la calle, no podía estudiar, viví de la caridad de la gente. Recuerdo que la gente me regalaba pan, agua y comencé a hacer trueques (intercambios) para poder comer.
“Luego de eso y, gracias a lo que me daba la gente, comencé a alquilar cuartos en San José y, lamentablemente, aprendí a hacer cosas que no debía. De un momento a otro, comencé a tomar licor y perdí el control hasta que me convertí en alcohólico, estaba enfermo”, manifestó.
Al paso de los años, Léster conoció a una persona, con la que vive desde hace 22 años y a quien llama su madre. Esta persona, prácticamente, lo adoptó (no reveló su identidad) y cuando tenía 18 años la pulseó para arreglar su situación migratoria y se convirtió en ciudadano costarricense.
Sin embargo, Léster seguía pasando situacions difíciles y siguió tomando hasta los 37 años.
“Pese a que ya vivía en un hogar, no paraba de ingerir alcohol, cinco que ganaba, cinco que gastaba en licor. Un día toqué fondo y decidí buscar ayuda para curarme. Busqué ayuda en un centro de restauración y, gracias a Dios, ya dejé la bebida.
“En ese tiempo logré terminar de estudiar, llegué hasta sexto grado, necesitaba tener un título para trabajar como agente de seguridad y logré graduarme, y hace 17 años me acredité como oficial de seguridad”, expresó.
Resiliente
Herrera hoy es un hombre feliz. Ha logrado superar diversos obstáculos y como él mismo lo dice, se volvió una persona resiliente.
“Desde que me vine a San José no volví a saber nada de mi familia, no sé cómo están, no tengo relación con ellos. Aprendí a ser una persona independiente y buscar la forma de salir adelante.
“Además, tengo cinco años de trabajar con personas que han sufrido lo mismo que yo en cuanto al consumo de alcohol y me gusta compartir mi testimonio, para ayudarlos a que superen esta enfermedad”, comentó.
Hace siete años, Léster volvió a su país natal. Se fue a pasear a Nicaragua, a esa tierra que dejó siendo un chiquito y se trajo muy buenos recuerdos.
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“Estuve en Managua, fui a Granada y la pasé muy bien. Como llegué acá estando tan pequeño, prácticamente, me he criado como tico; de vez en cuando me como un nacatamal, pero vivo el estilo de vida de un costarricense.
“Acá comparto con mucho ciudadano nicaragüense, colaboro en la Asociación Nicaragüense por un Futuro Mejor, y he compartido con el padre Sergio Valverde, en las Obras del Espíritu Santo”, recalcó.
Léster prefiere vivir acá, en paz. No se involucra con la política de Nicaragua y se confesó un aficionado saprissista y, aunque no es envenenado, le dolió perder contra el Real Estelí, las semifinales de la Copa Centroamericana.
“Quiero decirle a la gente, que pese a las adversidades se puede salir adelante. Mientras haya vida, siempre permanecerá la esperanza y si alguna persona quiere venirse de Nicaragua a Costa Rica, sé que serán bienvenidos, pero por favor, no hagan daño.
“Muchas personas hemos pasado dificultades, pero si nos dedicamos a luchar salimos adelante y hemos logrado grandes cosas”, añadió.