Cuando Lilliam Espinoza Rodríguez puso un pie en Costa Rica, su corazón se llenó de incertidumbre y nostalgia. Dejar atrás su hogar en Managua, Nicaragua, fue una de las decisiones más difíciles de su vida, pero el destino le tenía preparado un camino de lucha, sacrificio y realización personal en una tierra que aprendería a amar como suya.
Lilliam nació hace 45 años en el barrio Ciudad Sandino. Su madre, Aidee Rodríguez, había emigrado antes a Costa Rica en busca de un mejor futuro, y en 1995, con apenas 15 años, le tocó seguir sus pasos.
Aunque al principio no quería abandonar su patria, por dejar atrás a su familia, sus amigos y su colegio, pronto encontró en Purral de Guadalupe su nuevo hogar.
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Su primer gran impacto fue cuando vio el Mall San Pedro. “El taxi que me recogía en la terminal pasó por ahí y fue como decir ‘guau, qué maravilla’. Desde ese momento supe que este país me iba a encantar”, recuerda con una sonrisa. Cada edificio y calle nueva que descubrió, le hacían sentir que estaba en un lugar con más oportunidades y posibilidades.
Luchadora
Adaptarse no fue fácil. Le costó ingresar al colegio y, aunque logró empezar cuarto año a distancia, su camino académico se interrumpió cuando quedó embarazada.
“Aquí conocí el amor, tuve noviecillos allá, pero el verdadero amor lo conocí en Costa Rica”, dice con orgullo.
A los 16 años tuvo a su primera hija, Wanda Chaves, y tres años después nació Ingrid Chaves. Desde entonces, su vida giró en torno a trabajar y sacar adelante a sus pequeñitas.
Su primer empleo fue limpiando casas por horas, luego trabajó en una fábrica de señuelos de pesca en Coronado, y también como demostradora en supermercados.
“No podía darme el lujo de descansar, había que ponerle bonito, porque mis hijas dependían de mí, así que trabajé en todo lo que podía”, recuerda.
Con el tiempo, logró establecerse en la compañía Cargill, donde ha trabajado por más de 15 años. “Es un trabajo estable y me ha permitido darles un mejor futuro a mis hijas”.
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“Nunca fue fácil, pero este país me dio oportunidades que en Nicaragua me habría costado mucho encontrar. Mis hijas han podido estudiar, hoy las dos están en la universidad; una en Administración de Empresas y la otra en Contabilidad. Verlas crecer aquí, construyendo su camino, es mi mayor orgullo”, expresó emocionada.
Gran pasión
Hace dos años descubrió otra gran pasión: el baile. “Siempre me gustó la salsa, la cumbia y el merengue, pero jamás había probado la danza del vientre”, cuenta.
Desde su primer día en el Centro Cultural Raqsum, se enamoró de esta expresión artística. “Cuando bailo, siento un desahogo, me siento libre, segura, en paz”, comenta con tremenda felicidad.
Cada martes, de 7:30 p.m. a 8:30 p. m., esa hora es sagrada. “Solo puedo ir una hora a la semana, pero no puedo faltar, es mi espacio”.
Y ahora, está cruzando nuevas fronteras con el baile: representará a Costa Rica en un festival en Colombia, a finales de noviembre, con baile típico costarricense. “Todavía no tengo el traje, pero lo voy a comprar. Es un sueño hecho realidad”.
También ha aprendido sobre otras culturas a través del baile, y ahora tiene en la mira aprender danzas hawaianas y bailar muy bien los folclóricos ticos.
Esforzada
Hoy, Lilliam vive en Vásquez de Coronado, en su casa propia, una que luchó y consiguió sola con esfuerzo.
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“Siempre le agradezco a Dios por todo lo que me ha dado: mis hijas, mi trabajo y este país, que amo con todo mi corazón”.
Nunca regresó a Nicaragua desde que llegó a Costa Rica. “Me gustaría volver, pero es complicado. Extraño a mi familia, la comida y los amigos de mi infancia y adolescencia”.
Sin embargo, dice que aquí se ha encontrado a sí misma. “Me nacionalicé con mucho amor por Costa Rica, la llevo en el alma, porque me enamoré a primera vista”.
El amor por este país también se refleja en sus costumbres. “Me encanta la cocina tica, sobre todo la olla de carne”. Además, les ha tomado un cariño especial a las tradiciones, disfrutando canciones como “Qué lindas que son las ticas” y “Caballito Nicoyano”.
Y, como mensaje final, deja unas palabras para las mujeres ticas y nicaragüenses: “Nunca dudes de tu potencial y todo lo que eres capaz de lograr, sin importar tu nacionalidad o si eres gordita, pequeñita, flaquita, porque todas podemos cumplir nuestras metas”. Una frase que, sin duda, resume la historia de su vida.