Ever Rizo López es un hombre que lo ha dado todo por sacar adelante a su familia y hoy, a sus 49 años, y tras más de 24 años viviendo en Costa Rica, es el claro ejemplo de que la fuerza de voluntad y el amor por la familia son las claves del éxito.
Y es que si bien, como él mismo dice, “no le hace falta nada”, su vida ha pasado por muchos altos y bajos que lo han llevado a convertirse en el hombre que es ahora.
“Nosotros somos de las Segovias, en el norte de Nicaragua, de un lugar que se llama Ocotal. Es algo así como Liberia, son zonas rurales”, nos contó.
Desde pequeño, su familia y no hablamos solo de sus papás, sino que sus tíos y abuelos, se dedicaron al mundo de la panadería. En el caso de suyo, la joya de la familia era “Gema”, la panadería que lo inició todo.
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“Recuerdo que donde nosotros vivíamos y donde mi papá y mi abuelo tenían su primer negocio, a mi abuelo le dieron una parte como decir de un barrio. Ahí no había ni agua, nosotros caminábamos jalando agua”, recordó.
“Al año de estar ahí, comenzaron a llegar instituciones gubernamentales a brindar ayuda. Y es que en el mundo hay pobreza y pobreza extrema, nosotros estábamos entre los pobres".
Al servicio del ejército
Según explicó, su papá, don Ramón, fue una salvada ya que desde que llegaron a Ocotal se puso manos a la obra y luego de mucho esfuerzo ya tenían su casita y, al poco tiempo, nació Gema.
“Uno se acostumbraba a vivir con lo poco que tenías. Teníamos el arrocito, los frijoles; a mí mamá siempre le gustaron los animales, entonces de ahí teníamos el huevito o, si querías un pedacito de gallina, de ahí mismo la agarrabas”.
En ese momento tener acceso a comida era muy complicado, ya que en media Revolución Sandinista, el gobierno se encargaba de entregar diarios.
“A nosotros nos decían: ‘su familia es de 5, está bien, le vamos a dar 4 libras de arroz, dos de azúcar y maíz'. Todo era restringido", explicó.
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La salvada era que su papá tenía un acuerdo con el ejército, quienes les entregaban harina para que a cambio, ellos hicieran pan para los soldados. Este convenio les ayudó a salir adelante.
Duro golpe
“Mi papá fue uno de esos señores duros; recuerdo que llegando a octavo grado le dije: ‘yo no voy a seguir estudiando’ y él me respondió: ‘bueno, no siga estudiando, pero busque cómo trabajar, que yo no voy a mantener vagos’. Te estoy hablando que tenía 12 años″, nos contó.
Ahí, es donde surgió la idea de trabajar junto con su familia en “Gema”, la panadería familiar, y con mucho trabajo duro y honesto, lograron hacer crecer el negocio llegando a tener hasta cinco panaderías.
Lastimosamente, la situación en Nicaragua no ayudó y su familia quedó envuelta en un mar de deudas, que los obligó a cerrar su negocito y venirse para Costa Rica.
“Recuerdo que mi mamá fue la primera que se vino a vivir aquí, ella tiene 35 años en Costa Rica, luego se vino mi papá, quien tiene unos 25 años acá y, yo y mis cinco hermanos nos quedamos allá“.
Acá sus papás cambiaron la masa por la pala y, su padre se dedicó a la construcción, mientras su madre trabajaba como doméstica. La platita que ganaban, la mandaba de vuelta a Nicaragua para que Ever y sus hermanos pudieran vivir.
Lo que nadie esperaba era que a finales de octubre de 1998, el huracán Mitch iba a golpear Nicaragua, dejando un rastro de destrucción detrás suyo.
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El huracán fue tal que le pegó el susto de la vida a sus papás, quienes tomaron la decisión de regresar para asegurarse de que sus hijos estuvieran bien.
En Nicaragua, las cosas una vez más se complicaron y sus papás se divorciaron. A pesar de eso, no perdieron la esperanza y pronto regresaron al Costa Rica, pero esta vez no se vinieron solos.
Nueva vida
“Ellos nos preguntaron si queríamos estar en Costa Rica. Primero se vino mi hermano Gabriel, luego yo y mis hermanas en ese entonces estaban estudiando”.
“Venir aquí se me hizo duro. Yo me quería regresar, no estaba acostumbrado al estilo de vida de acá“, admitió.
En Costa Rica su realidad cambió por completo y Ever tuvo que dejar la panadería para dedicarse a cualquier trabajito que le saliera.
“Cuando comencé mi primer trabajo aquí fue en pintura, pero he estado en todo: fontanería, electricidad, gypsum, de todo, gracias a Dios”.
Ever admite que su vida no ha sido sencilla, pero nunca ha dejado que esos golpes lo detengan de darles a sus hijas y a su familia, todo eso que él no pudo tener en su infancia.
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“Yo en mis veintiresto de años que tengo aquí, no me quejo. Al que le gusta el trabajo siempre lo va a tener. A como me han salido trabajos buenos, me han salido malos, pero así he logrado acomodarme.
“Mis hijas aquí nacieron, entonces por eso que, de alguna u otra forma, no me quejo", atesoró.
Si usted desea contratar a Ever, lo puede contactar al 7105-8650.