Grethel Sirias es una nicaragüense quien la ha tenido que pulsear desde que llegó al país con 16 años.
Según nos contó, desde el inicio las cosas se le pusieron cuesta arriba, pero de la mano de su familia y con una enorme fuerza de voluntad, nunca se rindió.
“Yo me vine siendo menor de edad. Mi papá y mi mamá estaban acá en Costa Rica y ellos nos fueron trayendo uno por uno, para darnos una mejor oportunidad de vida”, nos contó en entrevista.
Sus papitos, Felipe Sirias y María Lidia Sáenz, fueron un gran ejemplo de resiliencia para Grethel y sus cuatro hermanos, quienes crecieron viendo a unos papás que nunca tiraron la toalla
“Ellos trabajaban en lo que les saliera. Mi mamá era miscelánea y mi papá trabajó en construcción, pero se estableció en el negocio del lavado de carros”.
LEA MÁS: Nicaragüense tomó una difícil y arriesgada decisión que lo trajo a Costa Rica a cumplir un sueño
Según nos contó, sus papás ahorraron cada cinco que les entraba y les tomó unos cuatro años poder volver a reunir a la familia.
“Primero se vino mi mamá, ese año nos quedamos con mi papá. Luego, mi papá se vino y nos quedamos con mi hermana mayor. Al año, mi hermana mayor y otros de mis hermanos se vinieron para Costa Rica, entonces nos quedamos con una tía”.
“Pero, esa tía llegaba solo a acompañarnos por el día y, por la noche se iba a su casa. Entonces, yo, que tenía 14 años, era responsable de mi hermano menor”.
Temor
Grethel y su familia crecieron en el departamento de Chinandega, en la costa oeste de Nicaragua, y el cambio de vivir Costa Rica no fue nada sencillo, en especial, considerando que la idea era ahorrar dinero y devolverse a Nicaragua para abrir un negocio.
“Ese último año fue duro, porque mi mamá solo logró sacar el pasaporte de mi hermano y me dijo: ¿cómo se va a quedar usted solita allá?”.
“Entonces, yo entré ilegal. En ese momento, se usaba un salvoconducto y yo entré usando un permiso de mi hermana Aurora”.
“Me acuerdo que mi mamá me decía: recuerde que usted tiene que decir que se llama Aurora, y yo venía con unos nervios, con un miedo, pero quería verlos a ellos”.
Pero, todo el temor y la frustración valieron la pena, cuando en San José los recibió un espectáculo que nunca habían visto en sus vidas.
“Veníamos solos en un bus y me acuerdo que llegamos para el Festival de la Luz. Yo veía esas luces y todas esas cosas lindas. Me acuerdo que nos bajamos y yo me maravillé, y dije: ¿qué es esto tan lindo?“, recordó con cariño.
LEA MÁS: Nicaragüense siguió su amor por la música hasta Costa Rica, donde ha tocado junto a grandes artistas
“Para mí fue impactante y me enamoré de Costa Rica, de una vez dije: ¡ay, qué país más lindo!“.
Mejor futuro
Por situaciones que Grethel prefirió que no hiciéramos públicas, su familia tomó la decisión de quedarse en Costa Rica, pero esto significó que todos tenían que poner su granito de arena y ella no era la excepción.
Según nos contó, su hermana Aurora tuvo una bebé y como necesitaba mantener su trabajito limpiando casas, a Grethel le tocó ayudar con la crianza de su sobrina.
“A la bebé había que cangurearla, entonces me tocó a mí ese rol y aceptar que tenía que quedarme”.
“Empecé a estudiar de noche y estuve cuidando por el día a la bebé como por un año. Luego, me dieron un trabajo como impulsadora en un supermercado y me daba mucha vergüenza, porque tenía que convencer a la gente de comprar bolsas de arroz.
“Era todo el día de pie y, cuando llegaba a la casa, mi mamá lloraba porque se me hinchaban los pies. Me pedía que renunciara, pero yo quería ayudar”.
No obstante, si algo le enseñaron sus papás, fue a siempre darlo todo y, poco a poco, fue consiguiendo mejores trabajitos hasta que se decidió por empezar a estudiar belleza.
LEA MÁS: Nicaragüense cargó 25 kilos de comida desde Alajuela hasta Masaya para que su familia se alimentara
“Desde pequeña me gustaba peinar a mis amiguitas y a mi mamá, mis tías me compraban esmaltes y yo era feliz pintándoles las uñas a todos. Entonces me decidí a pagarme todo el curso de estilismo”.
Eso sí, no fue sencillo y, de no ser por la ayuda de su familia, que le colaboraba con los pases, Grethel nunca hubiera terminado sus estudios y se hubiera alejado de su sueño: tener un salón de belleza.
Bendición
Lo que nunca esperó fue que en ese curso le iba a llegar una bendición a través de su profesora, quien la recomendó para trabajar en el salón de una conocida.
Y si bien no fue lo que esperaba, ya que no le pagaban y le tocaba hacer tareas simples como lavar paños, aprendió un montón y se le abrieron las puertas para encaminarse a cumplir su sueño.
“Se vino el boom de las uñas acrílicas y conocí a una muchacha que tenía un centro de uñas y, me dio la oportunidad”, nos contó, antes de explicarnos que ahí aprendió de todo.
“Yo tenía ese don, ese talento. Estuve con ella casi tres años”.
Pero, ya era momento de tener su negocito propio y, luego de tallarse la faja, Grethel logró ahorrar lo suficiente para abrirse su propio salón: Fantasy Nails en Guápiles.
“Sacamos la patente a nombre de mi mamá, me llevé los sillones y empecé a trabajar con una mesita que tenía en la casa”.
Hoy, Grethel logró poner en orden su documentación y su negocio está más fuerte que nunca.